Entrada de blog por Greenpeace España - 26-04-2018


32 años después de Chernóbil, Rusia prepara un “Chernóbil sobre hielo”

Por Jan Haverkamp 

Hace treinta y dos años el mundo sufrió el mayor accidente nuclear que contaminó enormes áreas en Europa. La generación actual puede que ya no recuerde que durante unos meses las espinacas y otras muchas verduras tuvieron que ser destruidas en países como Holanda y Alemania, que las vacas de toda Europa tuvieron que permanecer en sus establos y la leche se retiró del consumo, y que durante más de dos décadas, un gran número de renos en Laponia, de ovejas en Lake District el mayor parque natural de Inglaterra y jabalíes la Selva Negra de Alemania, tuvieron que ser sacrificados debido a la alta contaminación radiactiva.

En los países que recibieron el mayor impacto, Bielorrusia, Ucrania y Rusia, cientos de kilómetros cuadrados están todavía hoy demasiado contaminados para que regrese la gente, y varios millones de personas viven en zonas donde la contaminación es un riesgo en su vida diaria. El año pasado, 31 años después, la comunidad internacional pudo cubrir los reactores que explotaron para permitir el inicio de los trabajos de limpieza, si es que somos capaces de desarrollar la tecnología para eso. Desde el 26 de abril de 1986, sabemos por experiencia directa que existen graves riesgos graves con la energía nuclear.

Hace siete años, la catástrofe de Fukushima mostró que este riesgo continúa en todas partes mientras exista la energía nuclear. La más famosa lección de este desastre, que se menciona en muchas publicaciones, incluso del sector nuclear, es “pensar lo impensable”.

08/04/16. Bryansk Oblast, Russia.<br /> Victor Strelukov, an old believer, shows us the tombs of his parents in the cemetery of Svyatsk, an ancient Russian village that was evacuated after Chernobyl disaster. Radiation level in the cemetery is still very high because it hasn't ever been re-cultivated. But people never stopped visiting it.<br /> On the eve of Chernobyl 30th anniversary, Greenpeace arranged a tour for international media to witness the ongoing consequences of the disaster in the settlements of Bryansk region heavily affected with radiation.<br /> © Greenpeace / Liza Udilova

¿Una central nuclear flotante? ¿en serio?
El Moloch nuclear ruso Rosatom planea avanzar en las próximas semanas con el primer diseño del mundo de una central nuclear flotante [1], el “Akademik Lomonosov”, para su posterior preparación de San Petersburgo y a través del Mar Báltico, costeando Noruega llegar a Murmansk. Allí será cargado con combustible nuclear y probado a una distancia de pocos kilómetros de los 300,000 habitantes de Murmansk. Inicialmente, Rosatom tenía previsto cargar combustible y probar ya el “Akademik Lomonosov” en el astillero Baltiysky en el centro de San Petersburgo, al lado de la catedral de San Isaac.

¿Qué podría salir mal?
Rostechnadzor, el regulador nuclear ruso, farfulló algo pero, debido a las carencias en las leyes nucleares, no será una planta nuclear hasta que no llegue a Pevek (en la otra punta de Rusia, cerca ya del mar de Bering). Hasta entonces no se tendrá ningún acceso completo para la inspección de la “embarcación” ni una mandato para poder analizar.

Gracias a una petición de doce mil ciudadanos de San Petersburgo, las preguntas en la asamblea legislativa de la ciudad, y las graves preocupaciones de los países de todo el mar Báltico acerca del transporte de dos reactores nucleares llenos de combustible irradiado, sin propulsión propia, a lo largo de sus costas; se puso un poco de sentido común en Rosatom. El combustible será enviado por tren a Murmansk, eso es todo.

A partir de Murmansk, el “Akademik Lomonosov” será cargado (y debido a las pruebas previas que se realizan es combustible irradiado) y remolcado el próximo año a unos 5.000 kilómetros a lo largo de la ruta del Mar del Norte, debido al cambio climático esta ruta a menudo está parcialmente libre de hielo, para llegar finalmente hasta el pequeño puerto de Pevek en la región del extremo noreste de Chukotka.

En Pevek proporcionará a sus 5.000 habitantes, su puerto y sus minas de carbón, 70 MW de potencia eléctrica. Sin duda existen otras tecnologías para producir electricidad en el siglo XXI, con riesgos infinitamente menores, pero es que ese no es el objetivo final del “Akademik Lomonosov”, sino que será el primero de una flota de centrales nucleares flotantes en el Ártico. Recientemente, Rosatom recibió el mandato de gestionar la navegación y el desarrollo a lo largo de la Ruta del Mar del Norte. Este es el proyecto que prepara el terreno para la explotación a gran escala de la parte rusa del Ártico, de los depósitos de petróleo, gas y carbón. Estas plantas nucleares flotantes proporcionaran la energía para explotar los recursos en busca de más combustibles fósiles que destruyan el clima.

¿Qué podría salir mal? ¿Estás pensando en el Titanic? ¿Es que no confías en los ingenieros de Rosatom?
A partir de aquí la fantasía no conoce fronteras: los ingenieros de Rosatom ya propusieron en 1995 al Organismo Internacional de Energía Atómica el desarrollo de centrales nucleares flotantes para electricidad, para la producción y desalinización en otras partes del mundo también. Pensemos por ejemplo en islas remotas en Indonesia y Filipinas. China también tiene la intención de utilizarlos en islas remotas. Y en este caso ¿que podría salir mal? ¿un tsunami?. Había barcos varados en tierra en el tsunami del sur de Asia en 2004 o el norte de Japón en 2011, ¿ya hemos olvidado esas imágenes?
Si este desarrollo no se detiene, la próxima catástrofe nuclear bien podría ser un “Chernobyl on ice” o un “Chernobyl on the rocks”.

[1] La primera planta de energía nuclear del mundo en un barco, el US Sturgis o MH 1A, no fue diseñado específicamente para ese propósito. Era una vieja nave de carga en la que se instaló un reactor. Y no fue un verdadero éxito. Funcionó sólo 7 años en la zona del Canal de Panamá, y luego fue suspendida su actividad, al ser dañada por la tormenta, almacenado y en el olvido durante 38 años. Actualmente está siendo desmantelada en Galveston, EE.UU.

Jan Haverkamp es consultor experto en energía nuclear para Greenpeace Europa central y oriental.

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