17 de junio, Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía

España será cada vez más improductiva e inflamable

14-06-2024

  • Se está generando un escenario crítico: el 75 % de España está en riesgo de desertificación y el 11 % ya tiene riesgo muy alto
  • En este día, Greenpeace pone el foco en la comunicación del agua y en evitar falsas creencias extendidas, como que las lluvias torrenciales compensan los periodos de sequía o que las desaladoras subsanarán la falta de agua
  • España no puede seguir basando su gestión del agua en una oferta ilimitada y en falsas soluciones. Es imprescindible un cambio de modelo agroalimentario

Prevenir y gestionar la escasez de agua y la desertificación es mucho más que mirar al cielo por si hay nubes o revisar el porcentaje de agua embalsada. Se está generando un escenario crítico en España y la sequía persiste como un problema estructural que afecta cada vez a más regiones. Tanto es así que casi 12 millones de personas en España viven ya con limitaciones en el uso del agua. Por eso, en el marco de la celebración del Día contra la Desertificación y la Sequía (17 de junio), Greenpeace demanda medidas urgentes para mejorar la nefasta actual gestión del agua.

Datos y contexto
El año pasado, solo los tres primeros meses del año registraron temperaturas situadas dentro de lo normal, el resto fueron meses clasificados como cálidos, muy cálidos y extremadamente cálidos. El año 2023 fue el sexto más seco de la serie histórica y el cuarto de este siglo. España es el país europeo con mayor tasa de desertificación, con un 75% de su territorio en riesgo, estando ya en riesgo muy alto el 11 % del territorio (la mayor parte de la costa mediterránea y Canarias).

El adelanto del estudio de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), dependiente del CSIC señala que: 

  • Si en el decenio 2000-2009 se calculaba en un 1 % el espacio convertido en zona degradada, en la década 2010-2019 se eleva entre un 3-5 %
  • La categoría «árida» (metodología FAO-UNEP) ha pasado en España de 307 km2 a 7.100 km2 en una década (Granada, Almería, Murcia y Alicante).
  • En toda España, las zonas más húmedas han perdido extensión en favor de las áridas durante el periodo 2010-2019. En concreto, 40.249 km2 han dejado de ser zonas subhúmedas o húmedas para convertirse en semiáridas o áridas.

Cuando hablamos de desertificación no quiere decir que las tierras se conviertan en desierto con dunas, sino que pierden humedad, transformándose en un espacio más seco, improductivo e inflamable. El abandono del medio rural tiene como consecuencia un crecimiento de superficie forestal que, debido a la falta de gestión y como consecuencia del aumento de las temperaturas y la falta de precipitaciones, está evolucionando hacia modelos de combustible vegetal más proclives a arder.

Las causas de la desertificación incluyen el uso intensivo de la tierra para la agricultura, la sobreexplotación de los recursos hídricos y el cambio climático, que ha provocado sequías recurrentes y un aumento de las temperaturas. Y esto no solo tiene consecuencias para la biodiversidad y la economía, sino que también afecta a la salud de las personas: 

  • aumento a corto plazo de mortalidad por causas cardiovasculares y respiratorias
  • impacto sobre la salud mental de las poblaciones afectadas
  • transmisión de enfermedades infecciosas (por la menor calidad del agua y de los alimentos).

Comunicación vs manipulación en la crisis del agua
La falta de agua es un problema serio y lo será cada vez más para la ciudadanía española. Por eso es importante comunicar bien el tema, desde ya, evitando bulos y falsas creencias para entender las causas reales y las soluciones, generando así un aumento de masa crítica que demande medidas eficaces.

En este día contra la desertificación y la sequía, Greenpeace quiere poner de relieve algunos de los bulos o falsas creencias que se tienen sobre la gestión del agua:

1. Las lluvias torrenciales resuelven la sequía: FALSO
La ciencia prevé para España menos precipitaciones en el futuro, pero más intensas. La gente tiende a pensar que eso compensará la sequía pero no es así. Cuando hay precipitaciones intensas en poco tiempo, el suelo no puede filtrar tanta agua y, además, los suelos afectados por sequía pierden la capacidad de infiltrar el agua, como si estuvieran impermeabilizados (hidrofobia), generando arrastres de suelo fértil (escorrentía). Para prevenir inundaciones dramáticas hay que ir a las actividades humanas que generan el riesgo de inundación, como una mala ocupación del suelo, es decir, que haya asentamientos en zonas inundables, o como la alteración de las dinámicas costeras (destrucción de ecosistemas, alteración de la recarga natural de playas, sobreexplotación de acuíferos, etc). 

©Greenpeace/Rebeca Porras


2. Los ríos tiran agua al mar que podríamos aprovechar. FALSO
El agua no se pierde, forma parte de un ciclo vital por el que, a través del caudal de los ríos, se alimentan los caudales de las aguas subterráneas, así como capas freáticas del suelo. Es básico para la recarga de acuíferos, para la vegetación, la fertilidad del suelo, etc.. Los ríos son sistemas complejos fundamentales también para nuestra seguridad, por ejemplo, para prevenir las avenidas, inundaciones, etc. Sin olvidar que el agua está en circulación permanente en ese ciclo del agua que se evapora, se condensa, se crean las nubes generando precipitaciones, se produce el deshielo y se genera el agua que alimenta los ríos. El agua de los ríos llega de forma superficial y subterránea y sí llega al mar, donde no se pierde sino que se evapora, condensa y se cierra un ciclo fundamental del que depende la vida. En su totalidad. De manera que cualquier solución basada en esto es una barbarie que no soluciona la crisis del agua sino que la agrava más si cabe a niveles de alarma.

©Greenpeace/Rebeca Porras


3. Los embalses ayudan a paliar la sequía: FALSO
España es el país con más embalses per cápita del mundo, y sin embargo, eso no resuelve nada si no se reduce el despilfarro, es decir, no importa cuánto ahorras sino cuánto gastas, especialmente si llueve poco. Lejos de ser una solución, los embalses hacen tener toda la red fluvial segmentada y gravemente afectada, en detrimento de la biodiversidad y del buen estado de nuestras aguas y, a pesar de ello, es recurrente pedir nuevos proyectos de construcción y recrecimiento de estas infraestructuras hidráulicas.

©Greenpeace/Rebeca Porras


4. Las desaladoras son una solución a la escasez de agua: FALSO 
El proceso de desalación demanda mucha energía y, además, hay que gestionar los residuos que son muy contaminantes (la salmuera), así como el impacto en la costa y, por supuesto, el fuerte coste económico que conlleva. Quienes apuntan a esta solución en base a que el agua del mar es infinita, lo hacen para justificar la actual carrera desenfrenada de políticas agrícolas, ganaderas, urbanísticas y turísticas con crecimientos incontrolados, dando por bueno un modelo insostenible de desarrollo.

©Greenpeace/Rebeca Porras


5. Ante la falta de lluvia, la solución es restringir el agua a la población: FALSO
Cuando asoma la sequía, se toman medidas urgentes y fuera de foco como restricciones importantes a la población en usos concretos e incluso en sacrificar espacios verdes, verdaderos refugios climáticos en las ciudades cuando llegan las temperaturas extremas. Esas medidas son irrisorias si, paralelamente, se mantiene su uso para regadío industrial (80% del agua dulce), se despilfarra en infraestructuras altamente demandantes como campos de golf o se mantiene la extracción ilegal de agua y los actuales modelos agroindustriales. La gestión del agua no hay que abordarla cuando hay sequía sino, principalmente, cuando hay agua.

©Greenpeace/Rebeca Porras


Soluciones y demandas
Como muestra el último Eurobarómetro, publicado en mayo de 2024, la ciudadanía está preocupada por el tema del agua. Por eso, y ante la magnitud del problema, que crecerá como advierte la ciencia, urge la toma de medidas estructurales que permitan enderezar la pésima gestión del agua en España:

  1. Reducir  la superficie de regadío intensivo e industrial 
  2. Prohibir proyectos altamente demandantes de agua
  3. Mejorar el control del uso ilegal de agua, cerrando los pozos ilegales
  4. Descartar la construcción de más infraestructuras hidráulicas
  5. Detener y reducir la ganadería intensiva
  6. Establecer una hoja de ruta para la transición hacia la agroecología
  7. Establecer perímetros de protección en todas las zonas de captación de agua
  8. Fomentar la incorporación de medidas de ahorro y reutilización del agua en todos los nuevos edificios y desarrollos urbanísticos
  9. Aumentar el presupuesto destinado a la gestión forestal
  10. Priorizar alimentos de origen vegetal, ecológicos, locales y de temporada.

En 2024 hay buenas oportunidades para revisar algunas políticas relacionadas con el agua a nivel global. A nivel europeo, el 17 de junio se vota la que podría ser la aprobación definitiva de la Ley de la Restauración de la Naturaleza, una normativa clave para la protección porque transpondrá, a planes nacionales, los acuerdos europeos (apoyados por la comunidad científica) y serán vinculantes. Entre sus objetivos, se encuentra uno específico de conectividad y supresión de barreras fluviales (artículo 7), para medidas a fin de prevenir el deterioro del estado de todas las masas de agua. A nivel internacional, desde el 21 de octubre al 1 de noviembre, se celebrará la Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de la ONU, en la ciudad de Cali (Colombia), donde se espera que los países refuercen sus compromisos financieros para detener la pérdida de biodiversidad en los objetivos de protección del 30% de superficie terrestre y marítima alcanzados en 2022 en Montreal (Canadá).

España no puede seguir basando su gestión del agua en una oferta ilimitada y en falsas soluciones. Es imprescindible un cambio de modelo agroalimentario, que pasa por la necesaria y urgente reducción del regadío intensivo e industrial. Las políticas públicas deben ir dirigidas al ahorro, la prevención de la contaminación y la mejora de los sistemas de depuración”, resume el responsable de Agua de Greenpeace España, Julio Barea.


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