No hay duda de que los efectos del cambio climático se sufrirán en todas las esferas de la vida, y especialmente en la economía española, incluyendo a las generaciones futuras y su manera de entender y vivir la vida.
Salud
Las olas de calor y de frío tienen graves consecuencias para la salud pública ya que pueden agravar las enfermedades cardiovasculares y respiratorias e incluso pueden causar la muerte.
El mismo modelo energético basado en combustibles fósiles que alimenta el cambio climático es también responsable de graves consecuencias para la salud. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente respirar aire contaminado provoca más de 30.000 muertes prematuras en España cada año.
Además, la subida de la temperatura media favorecerá las condiciones para que aparezcan nuevos tipos de mosquitos, que traerán consigo enfermedades contagiosas.
Por otra parte, al extremarse la temperatura, serán habituales olas de frío y calor más duraderas de lo que estamos acostumbrados, con su impacto en la población más vulnerable. En España se producirá un incremento del 292% en las muertes causadas por olas de calor en comparación con el periodo comprendido entre los años 1971 y 2010.
con el aumento de las concentraciones de NO2 y del ozono, sobre todo en verano, se magnifican los problemas en el aparato respiratorio o se exacerban los casos de Alzheimer y de Parkinson, según han constatado más de 15 años de investigación en nuestro centro. El mayor o menor crecimiento de la contaminación depende del grado de insolación y de estabilidad atmosférica, si no llueve ni hay viento, hace que permanezca más tiempo y se acumula en el aire, de ahí la relación entre emisiones de gases de efecto invernadero y la calidad del aire.
Cristina Linares Gil, Dpto. de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad en el Instituto de Salud Carlos III y miembro del grupo de expertos para el Sexto Informe de IPCC sobre cambio climático
Energía
El calentamiento del planeta también tendrá su repercusión en el sistema eléctrico. La más directa es el impacto sobre la generación hidroeléctrica por una mayor escasez de agua disponible.
Por otra parte, con el aumento de la temperatura media y estar el agua más caliente, todas las centrales térmicas (incluidas las nucleares) tienen más dificultad para refrigerar y se ven obligadas a parar por seguridad con más frecuencia.
Además, el aumento del consumo eléctrico se disparará entre un 5% y un 6% al año por el cada vez más extendido uso de los aparatos de aire acondicionado. Ello conllevará a producir más C02 si no se produce una traasformación del modelo energético.
Turismo
Con la subida de las temperaturas, la predisposición de los turistas a visitar la mayoría de las provincias costeras de Mediterráneo disminuiría tanto en temporada alta como en el resto, con una subida de 1 ºC.
Por otra parte, el aumento del nivel del mar producirá inundaciones permanentes y daños en las infraestructuras, lo cual podría suponer importantes pérdidas para el sector turístico de sol y playa.
En el caso del turismo invernal también se produce un impacto notable. En 2016 las estaciones de esquí españolas recibieron un 6,6% de visitantes menos en la temporada 2015/2016 en comparación con la anterior por la falta de nieve. Muchas estaciones podrían dejar de ser viables a pesar de la producción de nieve artificial, que a su vez supone un importante impacto para el medio ambiente.
A conseciencia de todo ello, un estudio del Ministerio de Medio Ambiente señala que en 2080 las pernoctaciones en España podrían reducirse entre 0,6 y 7,7 millones comparado con 2005.
Agricultura, ganadería y pesca
Algunas de nuestras producciones agrícolas tradicionales ya se están viendo afectadas directamente por el aumento de temperaturas. Tal es el caso, por ejemplo, del vino, y muchas bodegas están teniendo que sustituir algunas variedades por otras e incluso están viéndose obligadas a desplazar sus producciones a zonas más altas.
Por otra parte, la erosión y la aridez del suelo están reduciendo drásticamente la productividad agrícola.
El 70% de los principales cultivos en España depende de la polinización de insectos como las abejas. Pero el aumento de temperaturas, el uso de pesticidas dañinos o la expansión de depredadores como la avispa asiática y el abejaruco, ha traido el descenso de sus poblaciones.
Respecto a la ganadería, los cambios climáticos en las estaciones modificarán la vegetación que es alimento de la ganadería extensiva. Otro importante aspecto del cambio climático es la afección directa sobre la salud animal, puesto que al intensificarse la frecuencia de los fenómenos extremos podrían aumentar las muertes y enfermedades relacionadas con el clima.
La pesca también está sufriendo los efectos del cambio climático. A medida que aumente la temperatura del mar, algunas especies nativas no podrán sobrevivir y algunas otras invasoras se expandirán. El potencial máximo de capturas en el mar podría disminuir a nivel global hasta un 12% para 2050.
Alimentación
Los alimentos que ingerimos pueden estar afectados por el dióxido de carbono de la atmósfera. Los niveles crecientes de dióxido de carbono están provocando que los cultivos de trigo y arroz sean menos nutritivos que antes. Muchos alimentos están aumentando su contenido de carbohidratos, disminuyendo la presencia de algunos nutrientes esenciales, como el zinc o el hierro.
La disminución de la población de abejas y las sequías crónicas acarrean, por otra parte, una menor producción agrícola. Muchos alimentos podrían encarecerse o incluso desaparecer.
Los últimos estudios, además, centran su atención en la posible relación entre estas cuestiones y el crecimiento de afecciones como la obesidad o la diabetes en todo el mundo.
Calidad del aire
El cambio climático y la calidad del aire son dos conceptos diferentes aunque interrelacionados entre sí. La calidad del aire en general, y la de las ciudades en particular, se degrada si la concentración de determinados contaminantes atmosféricos supera los valores límites establecidos. Respirar este aire insano perjudica la salud de los ciudadanos.
En los últimos años está aumentando la preocupación por un contaminante muy singular, el ozono troposférico. Es el causante de 17.000 muertes prematuras en la Unión Europea al año, 1.800 de ellas en España. Dos terceras partes de los cultivos y buena parte de nuestros bosques y espacios naturales soportan niveles de ozono que dañan la vegetación.