El famoso “No a la guerra” tiene que oírse desde todos los rincones del planeta hoy más fuerte que nunca. Nuestro reconocimiento y gratitud va para todas las manifestaciones y actos que están teniendo lugar en este sentido, especialmente en Rusia, donde suponen hasta penas de cárcel.
La locura de esta última invasión militar, que se consideraba improbable hasta el mismo día que comenzó, debe hacer que todos los países impulsen una resolución pacífica del conflicto.
Es el momento de intensificar los esfuerzos diplomáticos y apoyar las vías de negociación pacífica, incluido el empleo de acuerdos y medidas económicas que contribuyan al cese inmediato de las hostilidades. Hay que frenar de forma urgente la escalada armamentística en la región, puesto que es un camino contraproducente para alcanzar la paz e incrementa las probabilidades de enconamiento del conflicto, y con ello el sufrimiento humano.
Es importante recordar que la paz va mucho más allá que la mera ausencia de guerras, y que estas son la dramática punta del iceberg de un conjunto de violencias estructurales y simbólicas que se encuentran también en nuestras sociedades, tales como la pobreza, el racismo y la xenofobia, el patriarcado o el colonialismo en todas sus formas. Por ello, además de los esfuerzos por frenar las guerras cuando se desatan, es crucial preparar un ambiente de paz duradera, basado en principios de convivencia, tolerancia, diversidad y justicia social. En resumen: si quieres la paz, prepara la paz.
En este mismo sentido, el rearme y aumento del gasto militar nos acerca a la guerra, y no a la paz. En nuestro país, el Gobierno ha anunciado que se elevará hasta alcanzar un 2% del PIB, una inversión desmesurada que no resulta útil para abordar los grandes retos a los que nos enfrentamos, tales como la pandemia o la emergencia climática. Al contrario, en nombre de la “seguridad nacional” supone el desvío de recursos muy valiosos que se deberían destinar a la investigación, hospitales, escuelas, políticas de empleo o a garantizar el acceso a una energía limpia y asequible, aspectos que dan realmente seguridad a la mayoría de las personas.
La comunidad internacional debe prepararse para abordar rápidamente los graves impactos humanos y ecológicos que pueden derivarse de los daños causados a las instalaciones nucleares, químicas y otras instalaciones industriales en Ucrania, así como la reconstrucción de viviendas y equipamientos necesarios para que la población desplazada pueda volver a casa con seguridad y dignidad