Los tiburones, esos seres que la televisión y la industria del cine se han empeñado en mostrarnos como monstruos devoradores de humanos, son ahora protagonistas de una verdadera historia de terror: nos estamos quedando sin ellos.
La avaricia de la industria pesquera y la inacción de los gobiernos frente a ella están diezmando las poblaciones de tiburones. En concreto, se calcula que, en los últimos 50 años, estas poblaciones se han reducido un 70%. A día de hoy, los tiburones son uno de los animales más amenazados del planeta, con 17 especies en peligro de extinción, como el tiburón marrajo.
Un día cualquiera en el Atlántico Norte, las flotas pesqueras llegan a desplegar un total de 1.200 kilómetros de líneas de pesca en el agua, de las que cuelgan entre 15.000 y 28.000 anzuelos en los que los tiburones quedan atrapados. En Greenpeace hemos querido reflejar esta dramática situación en este corto animado titulado “The Lonely Shark”.
¿Por qué el tiburón?
Por sorprendente que parezca, España es el país del mundo que más tiburón comercializa. Aunque alguna especie sí está presente en nuestros platos, tampoco es tan habitual para justificar este triste liderazgo. Entonces, ¿qué hacemos pescando tanto tiburón?
La demanda mundial de tiburón no deja de crecer y nuestra industria pesquera, con su alta tecnología y con su fácil acceso al Atlántico Norte, ha visto un filón. Se calcula que, a nivel global, la pesca de tiburón generó entre 2012 y 2019 un lucrativo negocio valorado en 2.600 millones de dólares. Su destino no es solo gastronómico, con sus codiciadas aletas, sino que los tiburones también se utilizan para elaborar productos de cosmética y pienso para otros animales.
Esta industria pesquera está presionando a los gobiernos y organismos de pesca para evitar una mayor regulación de las zonas en las que despliegan los kilómetros de anzuelos con los que los capturan. Se trata de la alta mar, que es tierra de nadie, un lugar con escasa vigilancia y que ahora tenemos la oportunidad de proteger de la actividad humana.
El próximo mes de agosto tendrá lugar en la sede de la ONU en Nueva York la última ronda de negociaciones del Tratado Global de los Océanos, que podría proteger el 30% de los océanos antes de 2030. La cuestión es qué actividades se van a considerar como una amenaza en el texto final y la pesca no regulada debería ser, sin duda, una de ellas.
Pide al Gobierno que apueste por un Tratado de los Océanos ambicioso
El caso del tiburón marrajo
El tiburón marrajo tiene unas características biológicas que lo hacen especialmente vulnerable a la sobrepesca. Sus camadas son de 4 a 16 crías, después de un período de gestación de 15 a 18 meses y con un ciclo de desove cada 3 años. A pesar de que los científicos y varios países pidieron durante 20 años a la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) datos sobre la población de este tiburón y posteriormente la prohibición total de su pesca en el Atlántico Norte, no se aprobó una moratoria de pesca hasta 2021, y solo por dos años. Esto, por tanto, no solventará el peligro de desaparición de la especie. Además la flota española se opuso frontalmente a esta moratoria y a la inclusión del marrajo en las listas de especies amenazadas, llegando incluso a declarar que “es absurdo equiparar al tiburón con un rinoceronte blanco o un lince, que no se comen”.