Esta mañana, activistas de Greenpeace Internacional han intentado colocar grandes pancartas frente al Altice Arena, donde se está celebrando la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos en Lisboa esta semana. Las pancartas mostraban a tiburones siendo capturados por la inacción política y en ellas se podía leer: “Strong Ocean Treaty now” («Tratado ambicioso de los océanos ya») con la intención de mandar un mensaje claro a los líderes reunidos allí. Desafortunadamente, los activistas han sido bloqueados por la policía aunque han exhibido otras pancartas fuera del recinto con el mismo mensaje y en varios idiomas «Protege los Océanos».

A Greenpeace International activist holds a banner reading ‘Protege Los Oceanos’ (Protect the Oceans) at the UN Oceans conference in Lisbon.
Greenpeace International activists attempt to place large placards reading: “Strong Ocean Treaty Now”, outside the Altice Arena where the UN Ocean Conference is being held in Lisbon. To send a message to assembled leaders that while they pay lip service to meaningful protection in Lisbon, the ocean crisis deepens.

Esta conferencia llega en un momento crítico en el que el mundo está reforzando sus esfuerzos para movilizar, crear y promover soluciones que permitan alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) antes de 2030. Pero vamos tarde. Y los famosos ODS que se adoptaron en 2015 van tarde para conseguir un mundo mejor. Uno de esos objetivos de desarrollo sostenible, el 14, es para y por los océanos.

Durante toda esta semana, estamos en la Conferencia de Naciones Unidas en donde se habla mucho y se aterriza poco. El progreso hacia unos océanos sostenibles a tan solo ocho años vista va mal. Hay 17 especies de tiburones en peligro de extinción, entre ellas el tiburón marrajo. 100 millones de tiburones mueren cada año y España captura cientos de miles cada año de manera descontrolada en aguas internacionales, somos el primer comerciante mundial. Es por eso que las poblaciones de tiburones se han desplomado en un 70% en los últimos 50 años. La pesca de tiburón es un ejemplo de por qué se necesita un Tratado Global de los Océanos ambicioso, que se negociará en agosto en Naciones Unidas: la pesca de tiburón se considera pesca incidental y por ello no está regulada.

Greenpeace International activists attempt to place large placards reading: “Strong Ocean Treaty Now”, outside the Altice Arena where the UN Ocean Conference is being held in Lisbon. To send a message to assembled leaders that while they pay lip service to meaningful protection in Lisbon, the ocean crisis deepens.

Así que cuando hablamos de objetivos, plazos y metas; vemos que lograr un acuerdo de los océanos es alcanzable, es real. Proteger una cantidad enorme del planeta es factible. De hecho, la alta mar representa el 43% de su superficie y dos tercios de los océanos del mundo. A través del Tratado Global de los Océanos, cuyo texto se cerrará dentro de pocas semanas en Naciones Unidas, se podrán crear áreas marinas protegidas en alta mar. Ahora no existe un proceso o marco global para abordar la suma de problemas a los que se enfrentan los océanos: del cambio climático a la minería submarina, pasando por la contaminación. Pero sí puede nacer en agosto cuando se aterricen las palabras en un texto que se implemente por los países de las Naciones Unidas.

Greenpeace International activists hold a banner reading ‘Protege Los Oceanos’ (Protect the Oceans) at the UN Oceans conference in Lisbon.
Greenpeace International activists attempt to place large placards reading: “Strong Ocean Treaty Now”, outside the Altice Arena where the UN Ocean Conference is being held in Lisbon. To send a message to assembled leaders that while they pay lip service to meaningful protection in Lisbon, the ocean crisis deepens.

Si queremos salvar los océanos, en agosto, debemos conseguir que ese Tratado Global de los Océanos sea capaz de poder crear santuarios marinos en la alta mar. Debemos conseguir hacer realidad lo que ya piden más de 5 millones de personas. Menos palabras y más acción.

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Ministro: protege la biodiversidad, no a la industria