Cuando la desesperación gana y el desastre se instala en las costas senegalesa y canaria
En este Día Mundial de la Pesca, las comunidades pesqueras de toda la costa de Senegal rinden homenaje a los compañeros y amistades que han perdido la vida en el mar intentando llegar a las costas de Europa en sus propias embarcaciones. Cada año, muchos pescadores se ven obligados a abandonar su país y ponen sus vidas en peligro como resultado de una profunda desesperación causada por la escasez de los recursos de los que dependen para el empleo y su seguridad alimentaria. Una situación provocada por la llegada de numerosos y destructivos barcos pesqueros extranjeros, así como de fábricas de harina y aceite de pescado siempre hambrientas de pescado que compiten por un pescado vital para la seguridad alimentaria en toda la región del África occidental.
Barça o Barsakh… Barça o muerte
La situación es muy preocupante, ya que ha resurgido la vía migratoria irregular desde Senegal hacia Europa comúnmente conocida como «Barça o Barsakh» (Barcelona o Muerte). En octubre, al menos 140 personas se ahogaron camino de las islas Canarias desde Mbour, en Senegal. Según Naciones Unidas, 14 embarcaciones que transportaban 663 migrantes, entre ellos 42 niños y niñas, habían salido de Senegal con destino a las islas Canarias solo en septiembre y una cuarta parte de estos cayucos se hundió o se encontró con problemas graves. Personas que simplemente trataban de escapar de la pobreza pero que terminaron pagando con sus vidas. El aumento de la migración tiene lugar poco después de la publicación del informe de Greenpeace «El mal del mar: mientras la COVID-19 confina África occidental, sus aguas permanecen abiertas al saqueo« (en inglés), que pone de relieve el saqueo de los recursos pesqueros de África Occidental y la amenaza que supone para más de 40 millones de personas en toda la región.
Los medios de comunicación y las redes sociales informan ahora del aumento de las caravanas de embarcaciones senegalesas que se dirigen a las costas españolas y de la llegada masiva de jóvenes pescadores senegaleses a Tenerife, entre otros lugares.
Esta nueva ola migratoria clandestina ya no está compuesta principalmente por jóvenes senegaleses. Esta vez es diferente, ahora incluye a pescadores profesionales que emprenden el camino del exilio, mientras que durante las primeras olas estos pescadores sólo desempeñaban el papel de transporte de otros migrantes.
Pero ¿qué es lo que lleva a los pescadores senegaleses a darle la espalda a su propio océano, conocido por ser uno de los más ricos del mundo? ¿Por qué se aventuran a lo desconocido arriesgando sus vidas en el camino? Las respuestas se corresponden con las conclusiones del informe antes mencionado y apuntan a una devastadora mala gestión de las pesquerías y las zonas oceánicas senegalesas.
En efecto, la irrupción ilegal y poco transparente de grandes buques de pesca industrial, la falta de medidas de gestión adecuadas para regenerar los recursos pesqueros, y el establecimiento de fábricas de harina y aceite de pescado que compiten injustamente con las mujeres procesadoras de pescado y los pescadores por el acceso a los pequeños pelágicos se han sumado a la situación ya de por sí precaria de los pescadores y procesadoras de pescado en Senegal. La protección de los puestos de trabajo de los pescadores, pescaderos y mujeres procesadoras de pescado debe ser la prioridad. Es la única manera de asegurar que la pesca pueda seguir desempeñando su función de mantener los empleos de las comunidades pesqueras locales y la seguridad alimentaria de Senegal y de toda la subregión.
Lamentablemente, nada de lo anterior está sucediendo, y en las últimas semanas se ha producido una catástrofe humanitaria en el espacio marítimo de Senegal. Según diversos medios de comunicación y organizaciones de sociedad civil, al menos 480 personas han perdido la vida desde el 24 de octubre de este año tratando de llegar a las costas españolas a través de las islas Canarias a bordo de embarcaciones de pesca artesanal.
Si los gobiernos occidentales no adoptan y aplican medidas rigurosas, habrá otros sectores de la población que se arriesgarán a dar la espalda a su país y a sus empresas, empujados por la desesperación. Esto debe y puede evitarse si se aplican medidas para garantizar la gestión sostenible de los recursos pesqueros y si todas las partes interesadas pertinentes participan en el proceso en curso.
Las comunidades locales, excluidas de las negociaciones pesqueras
En el proceso de negociación de acuerdos de pesca o de concesión de licencias de pesca, las grandes potencias como la UE y China, así como el gobierno senegalés, no involucran a las comunidades pesqueras como se establece en la legislación. Así, los intereses de las comunidades pesqueras senegalesas se sacrifican en beneficio de las industrias pesqueras de origen europeo o chino.
El daño podría evitarse si las comunidades costeras pudieran gozar también de estos privilegios, pero la triste realidad es que todos los pescadores que han cogido sus barcas para llegar a Europa arriesgando sus vidas están varados en campamentos, esperando «ser repatriados» a su país de origen donde encontrarán a los mismos barcos extranjeros saqueando sus recursos y siendo responsables de su dolor: sí, la Unión Europea quiere los peces de África occidental pero no quiere a sus migrantes.
En solidaridad con las comunidades costeras, Greenpeace se hace eco de la memoria de los senegaleses y senegalesas que ha perdido la vida y de sus familias. El Gobierno de Senegal y las autoridades competentes deben llevar a cabo investigaciones para identificar a los responsables de las circunstancias que han conducido a la muerte de todas estas personas que perdieron la vida en el mar y que nunca llegaron a Europa.
En todo Senegal y África occidental, la gente se está levantando contra el saqueo de sus aguas. Juntos estamos luchando por una mayor transparencia y sostenibilidad en la gestión de la pesca y por que se ponga fin a la concesión de licencias de pesca industrial y al saqueo de las aguas de África occidental.
Por Abdoulaye Ndiaye, responsable de la campaña de océanos de Greenpeace África, traducido por Javier Raboso
Comentarios
Una vez más no entiendo cuál es el límite del poder del dinero.Que por abaratar costes permite la invasión de las fronteras establecidas de pesca en un País a las grandes multinacionales.Permitiendo incluso que teniendo sus límites de pesca cercanos.Hagan un largo recorrido para conseguir esas capturas aún así poniendo en riesgo sus propias vidas.Casi obligándoles a llevar otro transporte de polizón como son miles tal vez millones de vidas humanas que perecen en alta Mar deambulando alrededor de la Costa Europa que cierra sus puertas a cal y canto a la llegada de todos estos inmigrantes procedentes de un País sin recursos y que el único recurso la mismísima Comunidad Europea está negociando las capturas con una multinacional.Gracias un cordial saludo
Nosotras tampoco lo entendemos, Emilio