Elecciones gallegas 2020: el verde es más que un color
Lo primero en lo que repara cualquier persona que viaja desde los campos de Castilla a este rincón del noroeste peninsular llamado Galicia, es en el abrupto salto cromático que transforma de repente los luminosos matices ocres en frondosos verdes de mil tonos. No obstante, por debajo de ese manto esmeralda queda aún un largo caminar en el campo de las políticas públicas que deben velar por los equilibrios ecológicos de esta tierra atlántica, para que la verde Galicia se convierta de verdad en una Galicia verde.
El próximo 12 de julio las gallegas y los gallegos estamos citados en las urnas para decidir quién va a guiar nuestro futuro hasta 2024. En un contexto marcado por la dolorosa pandemia de la COVID-19, el gobierno que emane de estas elecciones tiene el deber de abordar con mucha más decisión y de manera transversal tanto la crisis ecológica como la creciente desigualdad social. Llegó pues la hora de votar por nuestra salud y la del planeta.
Desde Greenpeace llevamos mucho tiempo teniendo interlocución con los agentes sociales y políticos de Galicia. Fruto de esos aprendizajes elaboramos un documento de medidas para la próxima legislatura, centradas en poner la vida y las personas en el centro. Estructuradas en tres grandes ejes, esta batería de demandas llama la atención sobre la emergencia climática y la necesidad de reducir más y más rápido las emisiones de gases con efecto invernadero, sobre la urgencia de situar la preservación de nuestros ecosistemas en la base del desarrollo social y sobre el acuciante deber de cambiar nuestra forma de producir y consumir para dejar una Galicia y un planeta vivibles para el futuro. Las necesidades y las urgencias no son menores:
El futuro en Galicia es renovable
Tenemos una dependencia colosal de la importación de combustibles fósiles, algo absolutamente incompatible con cualquier medida que trate de evitar la subida de 1,5º C en la temperatura global de aquí la diez años, como urge la comunidad científica internacional. Todo lo que no pase por aumentar la ambición en términos de reducción de emisiones en una futura ley gallega de cambio climático, cerrar definitivamente –con una transición justa– las centrales de carbón y dirigirnos hacia un sistema energético 100% renovable y en manos de la gente, supondrá caminar directamente por el borde de un precipicio.
La biodiversidad como tabla de salvación
La crisis de la COVID-19 nos mostró de manera dramática que proteger la vida pasa por proteger los ecosistemas. Galicia es la Comunidad Autónoma con menor superficie protegida del Estado y, a pesar de tener la mayor longitud de costa a nivel peninsular, en más del 40% del litoral no existe ninguna figura de protección de la naturaleza. Ampliar la red de espacios naturales protegidos, dotándolos de herramientas de gestión, pero también reconocer el valor ecosistémico de las áreas ubicadas fuera de esos espacios, deben ser los pilares para edificar la Galicia verde con la que soñamos.
La Galicia rural como solución
En un territorio tan antropizado y disperso como el gallego, con más de la mitad de los núcleos de población del Estado, el rural tiene que ser el corazón de ese cambio en nuestra forma de vivir, de producir y de consumir, que necesitamos. Fomentar la soberanía alimentaria basada en la agroecología, apostar con decisión por la pesca artesanal, cambiar la gestión forestal y abandonar el modelo de ganadería industrial, así como garantizar el derecho a contar con unos servicios dignos y de futuro, deberían ser medidas estratégicas para los sucesivos gobiernos de la Xunta.
Reinventar nuestras villas y ciudades
Nuestras áreas urbanas asumen cada día más porcentaje de población, pero externalizan la mayoría de los costes ambientales que esto supone, causando impacto en todo el territorio. Apostar desde lo local por modelos de producción y consumo sostenibles, cambiar de raíz el modelo de separación y tratamiento de residuos y avanzar en una ley gallega de movilidad sostenible que priorice el transporte público y compartido y los modos no motorizados, poniendo el bienestar de las personas y del planeta por delante de los motores de explosión particulares, tienen que estar entre las prioridades.
Una fiscalidad justa y verde
No podemos olvidar que la justicia ambiental y la justicia social deben ir de la mano. Se antoja perentorio poner en marcha una reforma fiscal que incentive la transición ecológica y que reduzca las desigualdades sociales, garantizando por ley el derecho al acceso a los suministros básicos de todas las personas.
Galicia no ha sido un modelo de sostenibilidad en las últimas décadas. Nuestros gobiernos casi siempre han priorizado los intereses económicos a corto plazo sobre el cuidado de la tierra, provocando una alarmante degradación ambiental en toda la comunidad, contribuyendo a incrementar la crisis ecológica global e hipotecando el futuro de las generaciones venideras.
En Greenpeace creemos que los esfuerzos para parar la crisis ecológica no se pueden llevar a cabo sin cambios radicales en nuestro modelo de sociedad y sin poner en cuestión el crecimiento económico y las estructuras de producción y de propiedad existentes. Con todo, seguimos teniendo el futuro en nuestras manos. Por eso te pedimos que el próximo 12 de julio votes pensando en el planeta, en la tierra, en la salud. Por una Galicia verde.
Versión en gallego aquí.
Comentarios
¿Se puede ver el agún sitio un ranking o algo parecido, donde se situen los partidos políticos que más han hecho por el medio ambiente? ¿0 que mejor programa llevan?
¡Hola Álvaro!
No hicimos ningún ranking pero seguramente por internet puedes encontrarlo.
¡Gracias!