Justicia para las Islas Marshall 70 años después
Quizás es una de las escenas más impactantes de la serie Chernóbil. Ocurre en el primer episodio, por lo que, incluso para quien no la ha visto, no debería considerarse spoiler. En mitad de la noche, los habitantes de Pripyat acuden al puente del ferrocarril para tener una mejor visión del incendio que estaba consumiendo la cercana central nuclear. Mientras observan, una nube se acerca descargando sobre ellos algo que se asemeja a la nieve. Los niños comienzan a jugar sin sospechar, ni de lejos, la letalidad de aquellos supuestos copos.
Aunque los guionistas aseguraron haberse basado en hechos reales, no está del todo claro que aquello ocurriera tal cual en aquel momento y lugar. Donde sí parece que tuvo lugar una escena muy similar fue unos cuantos años antes y en otro lugar del mundo. Concretamente, en el atolón Rongelap el 1 marzo de 1954. La presunta nieve con la que los niños de la isla del Pacífico jugaron aquella mañana también era producto de una explosión nuclear, aunque, en este caso, no accidental sino consecuencia de la bomba de hidrógeno que Estados Unidos hizo explotar en las islas Bikini, situadas a unos 150 km de distancia de Rongelap. Aquella explosión formaba parte de los ensayos nucleares que se llevarían a cabo en la zona durante más de una década.

La de aquel 1 de marzo no fue una detonación más. La denominada como Castle Bravo era 1000 veces más potente que la bomba de Hiroshima. Los efectos inmediatos fueron devastadores: “Horas después de la exposición, muchas personas enfermaron: se les desprendió la piel, sintieron ardor en los ojos y se les revolvió el estómago. Las madres vieron cómo el cabello de sus hijos caía al suelo y las ampollas les devoraban el cuerpo durante la noche”, declara Ariana Tibon Kilma, presidenta de la Comisión Nuclear Nacional de las Islas Marshall.
Siete décadas después, el letal legado de Castle Bravo sigue vigente. Los elevados niveles de radiación hacen inviable la vuelta de muchos de los pobladores locales, y, entre los que sí residen allí, son muchos los que sufren las consecuencias físicas y económicas de aquellas detonaciones.
“Las Islas Marshall cargan con las cicatrices más profundas de un oscuro legado: contaminación nuclear, desplazamiento forzado y experimentación humana premeditada a manos del Gobierno estadounidense. Todavía hoy su gente sigue lidiando con esta injusticia, mientras se encuentra en la primera línea de la crisis climática, enfrentando otra ola de desplazamiento y devastación por una catástrofe que no crearon”, declara Shiva Gounden, portavoz de Greenpeace. La experimentación humana a la que se refiere Gounden tiene que ver con los estudios médicos que durante décadas y sin consentimiento llevó a cabo el Gobierno de Estados Unidos entre parte de la población marshalesa, con el objetivo de conocer los efectos de la radiación en seres humanos.

El pasado 1 de marzo, Día Nacional del Recuerdo de las Víctimas Nucleares en las Islas Marshall, el Rainbow Warrior ondeó la bandera de las citadas islas a media asta en memoria de aquella devastadora prueba. El viaje del barco hacia el atolón forma parte de la misión mediante la que Greenpeace está llevando a cabo una investigación científica independiente, junto con el Gobierno de las Islas Marshall, sobre los impactos actuales del programa de pruebas de armas de Estados Unidos. Los resultados se entregarán a la Comisión Nuclear Nacional para apoyar los procedimientos legales en curso del Gobierno de las Islas Marshall contra Estados Unidos en la ONU.
El viaje también conmemora los 40 años desde que el Rainbow Warrior original de Greenpeace evacuó a la población de Rongelap después de que la lluvia radiactiva tóxica dejara inhabitables sus tierras ancestrales. Pero también, con este recorrido, Greenpeace quiere reafirmar su solidaridad con el pueblo marshalés, que ahora también tiene que hacer frente a las amenazas derivadas de la crisis climática y de la minería en aguas profundas del Pacífico.
Comentarios
Ánimo Grempeace, acciones como está os hace grandes.
Estamos en unos momentos complicados, por el tipo de humanos que se han hecho con el poder, pero decir que son mínimos, con respecto a los que creemos en las normas internacionales y el respeto al humano. Ánimo y adelante, yo siempre estaré con mi granito de arena a vuestro lado.
Es una pena que esto siga pasando en pleno siglo 21.
qué bueno qué grqnde que no olvidemos la tragedia de las Islas Marshall!!! y es gracias a vosotros, Greenpeace, a nosotros...sigo cooperando con mi granito de arena
Con la piel de gallina, y los ojos vidriosos, solo puedo decir, gracias, una y mil veces, por hacer de este planeta un lugar mejor. La única forma de no repetir el pasado es no olvidarlo.
Gracias por defender lo realmente importante. Somos grandes
Gracias por defender nuestro planeta y sus pobladores. Seguiré aportando mi granito de arena para esa gran misión. ¡ Ánimos !!!