La culpa de la destrucción del litoral no es del temporal, es el urbanismo salvaje
En invierno la mar se pone brava y además debido al cambio climático y según el Centro Andaluz de Medio Ambiente que desarrolla estudios sobre la vulnerabilidad de las zonas costeras por la previsible subida del nivel del mar, habla de subidas de más de un metro, no deja lugar a dudas que los destrozos del temporal en la costa van a ser recurrentes. Este cambio climático ya está presente en el golfo de Cádiz.
También la Estrategia Española de Adaptación al Cambio Climático en la costa del Ministerio de Medio Ambiente habla que de mantenerse los horizones cercanos se suponen aumentos del oleaje por encima de 70 cm en la costa del Golfo de Cádiz, por poner un ejemplo. A lo largo del siglo XX el nivel del mar ya ha subido unos 20 centímetros debido al aumento térmico que han experimentados las aguas. Hay una regla no escrita en ingeniería costera que señala que por cada centímetro que suba el nivel del mar perdemos un metro de playa.
Y estos datos, los cruzamos con el desarrollo urbanístico que ha sufrido la costa de Huelva. Por poner otro ejemplo. Greenpeace publica durante años un informe llamado Destrucción a Toda Costa que junto con el Observatorio de la Sostenibilidad hemos señalado constantemente lo mismo: los municipios con mayor riesgo inundación por invadir el dominio público marítimo-terrestre destacan Isla Cristina (Huelva); Pedregalejo (Málaga) o Punta Umbría (Huelva). Precisamente parte de estos municipios han quedado fuera de regulación en la nueva Ley de Costas 2/2013. Y ahora vemos con sorpresa cómo los políticos, una vez más, culpan a los destrozos a la mala suerte o al invierno tan duro.
Hemos hipotecado nuestro territorio y esto provocará pérdidas de zonas turísticas. No se puede continuar con esta sinrazón y no se debería ejecutar ninguna obra ni consolidar otras que pasen la raya del ‘dominio público marítimo terrestre’. Un término con cuatro palabras que define que es la zona dónde el mar va a recuperar su espacio. Esos chiringuitos absurdamente permanentes 360 días del año se enfrentan cada año al mismo problema. ¿No es más lógico montarlos y desmontarlos desde Semana Santa al otoño?
Ahora nos enfrentamos con dinero público a la restauración de infraestructuras privativas de lo público. Y el próximo temporal seguiremos pagando todos y todas la factura, las pérdidas millonarias y la frustración de quienes esperan con ansias la temporada estival para poder seguir viviendo del turismo de sol y playa. Cuidemos nuestra gallina de los huevos de oro.