Entrada de blog por Nerea Ramírez Piris - 18-09-2025


La movilidad sostenible debe ser un derecho y los derechos no se miden en rentabilidades

Habrás escuchado muchas veces que sostener algunos servicios es tan deficitario que el sistema, la administración, o como prefieras llamarlo, no puede (no podemos) permitírselo. Esto es bastante común en los entornos rurales y en las periferias de las ciudades. Servicios de trenes regionales que desaparecen, autobuses urbanos con frecuencias imposibles o autobuses entre pueblos escasos o inexistentes porque no son rentables. 

Durante la Semana Europea de la Movilidad 2025 desde Greenpeace estamos reivindicando el derecho a la movilidad sostenible a través de una Garantía de Movilidad, un compromiso para que todas las personas, vivan donde vivan tengan acceso a un transporte público digno, asequible y sostenible, porque los derechos no pueden medirse en rentabilidades. Esta forma de medir es de hecho una parte central del problema que debemos resolver. Garantizar una vida buena para todas las personas y solucionar la crisis ecológica requiere salirnos del funcionamiento capitalista de la economía. 

«Garantizar una vida buena para todas las personas y solucionar la crisis ecológica requiere salirnos del funcionamiento capitalista de la economía»

El antropólogo Jason Hickel formula a este respecto la teoría de la abundancia radical. Afirma Hickel que en el capitalismo, el objetivo no es satisfacer las necesidades humanas sino precisamente evitar satisfacerlas (completamos nosotras: evitar satisfacerlas de formas sostenibles y dignas) produciendo una escasez artificial. Podemos aplicar esta teoría a la movilidad sostenible. 

Para muchas personas en muchos lugares moverse en coche o en transporte público no depende de preferencias individuales sino de décadas de políticas urbanísticas, territoriales y de apoyo a los combustibles fósiles, que generan unas condiciones de escasez que, bualá, convierten al automóvil en la única opción viable. De la misma manera, vivir hoy en grandes ciudades se ha convertido en casi la única opción viable para acceder a servicios esenciales de forma cotidiana (escuelas, centros médicos, universidades…). Se generan así círculos viciosos muy dañinos entre la expansión urbana disfuncional y dispersa, que genera distancias menos ciclables y caminables, unos costes de transporte público más elevados, y como consecuencia de todo ello, un incremento del uso del coche, de todos los problemas ambientales y de seguridad asociados a este incremento y finalmente un aumento de las infraestructuras asociadas al uso del automóvil. 

Menos trenes y menos gente en el pueblo de mi madre

Mi madre es de un pueblo de Cáceres que hace frontera con Portugal. Siempre tuvo tren, desde Madrid e incluso hasta Lisboa. En las últimas décadas he visto cómo se desmantelaba este servicio. Al mismo tiempo, cuando voy, en coche, me sorprendo recorriendo varios kilómetros más de autovía. A este paso, pienso cada vez, la próxima vez llegará la autovía a la puerta de nuestra casa. Paralelamente (aunque eso depende de más factores, pero este es uno de ellos) el pueblo cada vez tiene menos gente, ¡a pesar de ser Cabeza de Partido! como bien presume siempre mi madre. 

La movilidad no es un fin en sí mismo, a no ser que quieras presumir de coche (o de autovía), sino el medio para cubrir muchas de nuestras necesidades. Para que todas las personas podamos cubrir esas necesidades en condiciones de igualdad, incluidas las generaciones futuras, importa de qué forma satisfacemos esa necesidad de movernos.

Te invito a que veas Ellas en la ciudad, de Reyes Gallegos. Este documental refleja que movernos para cubrir nuestras necesidades es un hecho insoslayable: comprar comida, ir al médico, llevar a las niñas y niños a la escuela cada día…, y recuerda que históricamente las mujeres se han encargado de cubrir estas necesidades con o sin medios de transporte a su alcance, siendo víctimas de políticas urbanísticas que ignoraban estas cuestiones esenciales para la vida. Había dinero para construir urbanizaciones en las periferias pero no para conectarlas a los servicios en transporte público. La primera parte era rentable, la segunda, no. La rentabilidad se construye en base a parámetros que no se basan en lo que necesitamos realmente para vivir. ¿Por qué es rentable  hacer ampliaciones de aeropuertos y no mantener trenes o servicios más frecuentes de autobuses? 

La rentabilidad es una construcción económica y también social. Podemos decidir qué reglas fiscales usar para redistribuir el dinero y usarlo para lo que necesitamos todas sin profundizar la crisis ecológica. Cabe preguntarse entonces, ¿qué movilidad o qué derecho es el que queremos garantizar y a quiénes?

Respuesta a necesidades complejas

Desde una perspectiva ecofeminista esta movilidad es aquella que se concibe como un sistema integral y complejo que debe dar respuesta a toda la red, también compleja, de necesidades para sostener nuestras vidas, que pueda hacerlo de forma sostenible y que a su vez genere entornos seguros y no contaminados. Una movilidad que es capaz de garantizar:

  • Que todas las tareas necesarias para el mantenimiento de la vida, lo que ha dado en llamarse la movilidad de los cuidados, puedan realizarse a distancias caminables (Ciudad de 15 min.) o en transporte público sin tener que dedicar el día entero para ello. En la última encuesta de empleo del tiempo del INE, las mujeres siguen dedicando 4 horas al día a tareas de “hogar y familia” frente a 1:50 horas que dedicaron los hombres. Mucho de este tiempo son trayectos de un lado a otro para sostener todas estas tareas.
  • Entornos seguros para todas las personas, especialmente para la infancia. En España, en 2010, el 70% de las niñas y niños de primaria no van nunca solos a la escuela, cada vez lo hacen más en coche, aumentando con ello la inseguridad que lleva a sus padres a llevarles en coche, iniciando un nuevo círculo vicioso. 
  • Espacio público para las personas, no para los coches. Callegrafías, una investigación realizada por la Red de Ciudades que Caminan sobre la situación de las calles españolas en 2023 mostró que existe un reparto desigual del espacio público, dedicándose cerca del 70% de la sección al automóvil y los vehículos, frente a algo más del 30% para el peatón.
  • Una revisión de la idea de actividad “productiva” a la que es necesario llegar cada mañana y que por tanto, no penalice, en palabras de la socióloga urbana Blanca Valdivia, ni a las personas que viven en las periferias de las clases trabajadoras, ni a las personas que se desplazan para hacer actividades no productivas o fuera de los horarios convencionales de jornada laboral.

Una movilidad que tenga en cuenta todo esto también será una movilidad que consuma menos recursos y que genere menos contaminación y emisiones pues reducirá mucho el uso del coche privado como primera opción de transporte. Transitemos a una movilidad que genere círculos virtuosos en lugar de viciosos y que nos devuelva la abundancia de derechos para todas y todos. 

Entre todas podemos conseguir esta garantía de movilidad: enlace a la petición. 

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