Entrada de blog por carmen - 24-11-2025


¡Qué vergüenza, Shein!

En Greenpeace hemos querido verificar si Shein estaba cumpliendo realmente con los compromisos adquiridos de controlar los componentes químicos utilizados en la fabricación de sus prendas con un nuevo estudio. Spoiler: no lo está haciendo.

La industria de la moda es responsable de hasta el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, más que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo combinados. También es una de las principales causas de contaminación del agua mundial. Y en lugar de ofrecer soluciones, las empresas de moda rápida aceleran la crisis climática con unos ciclos de producción y tendencias cada vez más cortos.

En 2022 Greenpeace analizó 47 artículos del gigante de la ultra fast fashion chino Shein para averiguar si cumplía con la normativa medioambiental de la Unión Europea y su grado de preocupación por la salud humana y el planeta. 7 de los 47 productos de Shein analizados superaban los límites legales establecidos por la UE (según el REACH, Reglamento Europeo de Sustancias Químicas) en materia de sustancias químicas peligrosas.

Shein produce miles de diseños diarios, algunos días más de 10.000, muchos de los cuales solo están disponibles algunas semanas. Esto es posible ya que la empresa sigue en tiempo real las tendencias en moda, copia esos diseños utilizando inteligencia artificial y fomenta la producción a través de una red opaca de proveedores chinos bajo una presión constante.

Fast fashion y el consumo desmesurado

Su popularidad ha ido en aumento. En 2024, sus ingresos a nivel mundial pasaron de 22.000 millones de euros en 2022 a 35.000 millones en 2024. Hoy tiene 363 millones de visitas mensuales y su web es la más visitada del mundo, atrayendo más tráfico que Nike, Myntra y H&M juntas. Y su agresiva estrategia de marketing de patrón oscuro (estrategias para desorientar al consumidor, desde una manera visual, lenguaje confuso, opciones ocultas, como, por ejemplo, urgir a la compra por escasez de un producto), junto al uso de técnicas persuasivas y su enorme presencia en TikTok e Instagram, crea un consumo desmesurado entre sus consumidores, principalmente jóvenes.

Esta compañía mantiene los precios bajos de forma artificial, ya que los costes reales se pagan mediante la destrucción del medioambiente y la explotación humana. Y su éxito comercial empuja a toda la industria de la moda a seguir su camino, con todo lo peor que representa: la moda rápida implica sobreproducción, explotación y sobrepasar peligrosamente los límites planetarios.

En estos tres años transcurridos desde el primer informe de Greenpeace, Shein ha reconocido la contaminación química que genera y se ha comprometido a mejorar sustancialmente la gestión de sus sustancias químicas. Pero hemos querido comprobarlo y, como sospechábamos, no ha sido así.

Greenpeace compró 56 prendas y zapatos de Shein en 8 países distintos y los envió a analizar a un laboratorio acreditado e independiente de Alemania. Artículos todos ellos que cualquiera podría comprar y que se detallan en el informe. Y los resultados fueron estos:

  • 18 de las 56 prendas (32 %) superaban los límites establecidos por el reglamento REACH de la Unión Europea, entre ellos, ropa infantil (3 artículos).
  • 7 prendas (todas chaquetas) superaban los límites de PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas) hasta en 3.330 veces.
  • 14 prendas excedían los límites establecidos para ftalatos, y 6 de ellas los superaban en al menos 100 veces.
Tóxicos en la ropa

Entre las 4 prendas adquiridas en España, 1 excedía los límites de la UE, superando 600 veces los niveles permitidos de PFAS. Hablamos de compuestos químicos contaminantes y denominados eternos por su lenta degradación ambiental. Estas sustancias pueden comportarse como disruptores endocrinos y están relacionados con enfermedades como el cáncer, trastornos del desarrollo sexual y del crecimiento en la infancia y un debilitamiento del sistema inmunitario.

El peligro de entrar en contacto con estos componentes químicos no solo afecta a las personas que confeccionan esa ropa, sino también al medioambiente. Cuando las prendas se lavan o se desechan, esos componentes químicos llegan a los ríos, al suelo e incluso a la cadena alimentaria. Y quienes visten esas prendas de Shein también se exponen a esas sustancias a través del contacto con la piel, principalmente por el sudor, y por la inhalación de partículas. En el caso de los menores es más alarmante, en especial los bebés y niños y niñas más pequeños, que son más propensos a chupar los tejidos.

«Shein evidencia cómo el sistema de la ultra fast fashion es un modelo fallido que genera sobreproducción y contaminación y pone en riesgo la salud», explica Celia Ojeda, responsable de la Campaña de Consumo de Greenpeace. «Este gigante de la moda rápida inunda el mundo con ropa de baja calidad y, a pesar de sus promesas, muchas de sus prendas contienen sustancias peligrosas. Momentos como el Black Friday, el Single Day, las navidades y las rebajas multiplican las compras. Esto tiene graves consecuencias en nuestra salud y en la de nuestros hábitats, como bosques y océanos, y genera una elevada cantidad de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, además de residuos».

Un peligro para la salud de las personas y la del planeta

Dado el gran volumen de productos y proveedores con que el gigante chino trabaja, la empresa parece tener escaso control sobre las sustancias químicas que contienen los artículos vendidos en su plataforma. Shein se aprovecha de un vacío en la normativa de la UE sobre sustancias químicas: dado que los vendedores de la plataforma envían sus productos directamente al consumidor de la Unión Europea, la compañía puede eludir la legisla­ción REACH. La empresa sabe que no sufrirá graves consecuencias por vender productos que incumplen la normativa y antepone los beneficios a la seguridad de las personas y del planeta.

Además, según una investigación de la Comi­sión Europea, la empresa asiática viola sistemáticamente la legislación de la UE en materia de consumo, entre otras cosas por los descuentos engañosos que ofrece, por las tácticas de venta coercitivas que utiliza y por la información incompleta o engañosa que ofrece sobre sus productos. El 82 % de las fibras que emplea Shein son de poliéster, es decir, combustibles fósiles procesados; y entre 2021 y 2024, la empresa cuadruplicó sus emisiones de gases de efecto invernadero. Shein es, por tanto, el ejemplo perfecto de una industria que ignora todas las alarmas y sigue acelerando la destrucción de nuestro planeta. Aunque no es la única: también sigue un modelo parecido la también asiática Temu.

«A Shein parece no importarle el daño que sus prendas pueden provocar. En los nuevos análisis han reaparecido las mismas sustancias peligrosas que ya detectamos en los análisis realizados anteriormente. Esta nueva investigación pone en evidencia que los acuerdos voluntarios de Shein son papel mojado y que urgen leyes contundentes que frenen esta avalancha de ropa y que exijan responsabilidades a las plataformas digitales de venta, siguiendo el ejemplo de la iniciativa francesa denominada Ley Anti-Shein», concluye Sara del Río, responsable de Investigaciones de Greenpeace.

¿Qué pedimos nosotras desde Greenpeace?
  • Una ley contra la moda rápida, siguiendo el modelo de la citada Ley Anti-Shein francesa, que pueda frenar esa sobreproducción.
  • Un impuesto a la moda rápida que promovería una verdadera economía textil circular.
  • Y la prohibición de la publicidad de moda rápida incluso en las redes sociales.

Igualmente, es urgente aplicar la legislación de la UE sobre sustancias químicas a todos los productos vendidos en Europa, incluidos los ofrecidos en plataformas digitales. Se debe responsabilizar legalmente a esas plataformas del incumplimiento, cualquiera que sea, de esas leyes. Y es fundamental facultar a las autoridades para cancelar las plataformas en caso de infracciones recurrentes.

El consumo compulsivo de la moda ultrarrápida ya no solo supone un agujero en nuestros bolsillos, también ayuda a destruir el planeta en que vivimos. Urge cambiar de modelo.

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