Rémi Parmentier, la tribu y el océano
Ana Arias Oñoro
Rémi Parmentier, fundador de Greenpeace España y activista incansable, nos dejó el pasado mes de junio. En 2017 tuve la oportunidad de entrevistarlo. En aquella época me encontraba al cargo del proyecto de gestión del conocimiento, cuyo objetivo era recuperar, organizar y compartir la memoria histórica y documental de la organización (tarea nada sencilla, por otra parte, tras varias crisis, mudanzas y transformaciones tecnológicas).
Rémi fue un anfitrión maravilloso. Me abrió las puertas y me invitó a desayunar en su casa-oficina, con las paredes engalanadas con fotos de Greenpeace. Fueron cinco horas de charla que se me pasaron como un suspiro. Él tenía una memoria arrolladora y yo muchas ganas de descubrir nuestra intrahistoria, de conocer a las mujeres que habíamos escondido y de llevarme algún documento fascinante. Conseguí todo a golpe de titulares, me presentó a “la tribu” que era Greenpeace en los primeros años, la aportación que habíamos tenido en la transformación de nuestro país y cómo se fraguó la fundación de Greenpeace en España, cuando la necesidad por proteger la marca se hizo inminente.
Déjame que te cuente un poquito de lo que descubrí aquel día, porque su memoria y su legado están unidos a Greenpeace España.
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“El verdadero acto fundacional de Greenpeace España fue en 1978”. Ese año, el Rainbow Warrior I llegó por primera vez a nuestras costas, concretamente al denominado Ferrol del Caudillo (llamado así hasta el 28 de diciembre de 1982) durante la campaña en defensa de las ballenas. El mundo de la contracultura y su arcoiris venía a ser parte de la transformación de un país que recién salía de la dictadura. El barco fue detenido, pero consiguieron escapar antes de declarar. Susi Newborn y Denise Bell habían recaudado el dinero para comprar, restaurar y equipar el Rainbow Warrior I, que salió del Támesis en 1978.

Rémi me contó que mi país cazaba ballenas; que en 1978 España seguía siendo un país ballenero pirata que no pertenecía a la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que descubrieron operaciones piratas de un buque factoría con un barco japonés y el impacto mediático fue muy grande. Era la empresa Industrias Balleneras S.A (IBSA) y Massó Hermanos S.A, conservera arraigada desde el siglo XIX. En 1980 y en 1982 Greenpeace volvió al Ferrol del Caudillo. En 1980 la Armada quitó las piezas que sujetaban la hélice del Rainbow Warrior I para evitar que se escaparan antes de declarar, como había sucedido en 1978. Allí estuvieron cinco meses retenidos y, una vez más, escaparon gracias al contrabando de piezas, la complicidad de un periodista y la fascinación de los jóvenes militares que custodiaban el barco. Las grabaciones no las habían encontrado en el registro porque estaban escondidas en una caja de metal dentro de contenedores con aceite y grasa. “No querían que se vieran las imágenes porque habían cortado el paso al Rainbow de forma violenta, en términos de navegación, y porque contenían imágenes con el arpón y las ballenas. Perfecto Conde apareció una noche. Los chicos que nos vigilaban eran chavales que estaban haciendo la mili; eran simpáticos con nosotros, nos veían como los hippies que estaban en un barco con mujeres. Desconozco si Perfecto les dió una botella de whisky o si les dió la revista Interviú… pero le dejaron pasar. Le di las películas y él me dio su dirección en Santiago de Compostela. Perfecto Conde tuvo un papel fundamental ya que era corresponsal de El País y de Interviú, medios que todo el mundo leía por la denuncia y el destape que plasmaban en sus páginas. Además, había presentado el Telediario y entonces eso era una cosa mítica. Fue tal el escándalo que Suárez aprovechó para deshacerse de mandos afines al Régimen y le dió pie para defenestrar al capitán general de todo el Cantábrico, que era un franquista”.
En 1982 tuvo lugar la votación de la moratoria ballenera internacional, y el papel de España fue clave para conseguirla. Las decisiones se tomaban por mayoría de ¾ y la estrategia era hacer cambiar el voto de un país de un no a un sí. Ese país fue España. En este contexto es donde Rémi conoció a Benigno Varillas:
“Era corresponsal de El País para temas de medio ambiente, posiblemente el primer periodista especializado en medio ambiente en España. España no era miembro de la CBI, pero a raíz de las imágenes que sacamos de aquel barco pirata, Japón, de manera muy precipitada, anunció que prohibía la comercialización de carne de ballena proveniente de países no miembros de la CBI.
En 1979 los cinco países que actuaban de bandeja de conveniencia de Japón cazando este tipo de cetáceos entraron en pánico y se tuvieron que adherir a la CBI para poder exportar su carne de ballena. Esos cinco países eran España, Chile, Brasil, Corea del Sur y Perú, todos con pasados o presentes dictatoriales. Entonces, España estaba iniciando el proceso de adhesión a la Comunidad Económica Europea, pero la caza de ballenas no lo permitía. La presión se catalizó en una proposición no de ley y se pensó que no se iba a adoptar porque la UCD y Alianza Popular tenían la mayoría. Pero, curiosamente, Alianza Popular decidió votar a favor o abstenerse. Fraga tenía interés en que esta historia desapareciera para poder ingresar en la CEE y por la caza de ballenas. Él era cazador y había pasado tiempo embarcado en el Azor de Franco. Circulaban entonces ciertas leyendas negras sobre Franco, Fraga y Massó”.
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También me habló del trabajo contra los residuos radiactivos, aquella acción mítica; de la incidencia política en el Convenio de Londres; del papel de Manuel Rivas, que entonces era el encargado de prensa del ayuntamiento de Coruña; del apoyo de Perfecto Conde, del barco Xurelo… En 1983, pese a Thatcher, que quería seguir haciéndolo, se pararon los vertidos.

“Después de tres meses en el Ártico con frío y olas, la idea de ir al sur y ver los vertidos era apasionante. Tuvimos una discusión en la tribu porque estaban los que querían quedarse en la campaña de ballenas y los otros, que preferían actuar contra los vertidos. Lo decidimos en el barco, que era el núcleo. Tomamos imágenes en la fosa Atlántica. Tuvimos un susto porque tiraron un barril de residuos radiactivos encima de una lancha, aunque no hubo heridos, y el primer puerto más cercano era A Coruña”.
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“Se abusaba del nombre de Greenpeace: una empresa de dulces, un fabricante de cosméticos y otra compañía textil habían registrado la marca. Esa es la razón por la que se creó la Asociación Greenpeace España. Yo vine a arreglar esto porque no nos convenía que abusaran de nuestro nombre, y menos en el ámbito comercial. Elaboré una estrategia con el abogado y negociamos con las empresas. Benigno Varillas era toda una figura entonces porque era corresponsal de El País y discípulo de Félix Rodríguez de la Fuente. Xavier Pastor me mandó un télex en 1983 para invitarme a dar una conferencia en Baleares. Él era el presidente del Grupo Ornitológico Balear y la fuerza viva del ecologismo en esas islas. Hablaba inglés, era muy serio, tenía bagaje científico… Así que le pregunté: ‘Necesitamos montar Greenpeace en España, ¿me ayudarías?’, y dijo que sí. En 1984 me invitó a otra conferencia y le comuniqué que iba a instalarme en España para montar la oficina de Greenpeace, y que contaba con él. Xavier me respondió que ya tenía su trabajo, pero yo le sugerí que podría ser el presidente de la junta directiva, cargo que podría compaginar con su empleo, y que podríamos incluir también a Manuel y a Benigno. Le pareció bien y organizamos la primera reunión en un monasterio de Baleares en 1984. Manolo Rivas era el enlace con Galicia y militante del partido Esquerra Gallega. Mucha de la movida ecologista giraba alrededor de Esquerra y del Bloque Nacional Galego. Rivas tenía un buen conocimiento de la realidad política, era poeta, muy agradable y con carisma. Crear una asociación implicaba un proceso de años, pero la directora general de Medio Ambiente, Concha Sáez Laín, nos ayudó porque tenía conexión directa con el ministro de Interior. Artemio Precioso se mantuvo en la retaguardia por su pasado comunista, pero trabajó para que la organización arrancara en los primeros años. Teresa Vicetto también impulsó la creación de Greenpeace; era redactora jefa de la revista Natura”.
Rémi se unió a Greenpeace en 1975, cuando no había cumplido los 20 años, pero ya estaba involucrado en una campaña europea para la protección de las ballenas y en otra contra las pruebas nucleares. Se ha ido tras participar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los océanos en Niza. Bueno, el océano, como le gustaba puntualizar a él.
Gracias por tu legado, Rémi, siempre te recordaré entre el arpón y la ballena.
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