Entrada de blog por carmen - 29-05-2025


Reservas marinas: cuando la vida se fortalece y desborda

Pablo Sierra del Sol

Menos del 1% de las aguas marinas está protegido de forma real. El dato, actual, alerta del peligro que corren los océanos, pero todas las alarmas silban con furia cuando ese ínfimo porcentaje se cruza con otra cifra: en los próximos ochenta años un millón de especies corren el riesgo de extinción. El golpe parece inevitable, pero los expertos coinciden en que existe una única manera de amortiguarlo. Una fórmula que, además, ya está ensayada y da frutos. La exportación de biodiversidad es el chaleco salvavidas del naufragio oceánico.

“No es un pez mudándose con las maletas”, explica con ironía Celia Ojeda Martínez, responsable de biodiversidad en Greenpeace España, “pero algo parecido sí ocurre cuando se deja descansar a un ecosistema; su capacidad de recuperación es sorprendente”. Lo que ocurre en tierra firme, desarrolla esta bióloga, también se da bajo el agua salada. El ejemplo que pone Ojeda es la recuperación del lince ibérico en Doñana —hasta el punto de que la cantidad de ejemplares ha llevado a una parte de los felinos a traspasar los límites del parque nacional— y puede aplicarse a los océanos: si una zona se protege de la pesca o de la sobreexplotación, las especies que viven allí prosperan. Aumentan en número y tamaño. Y cuando ya “no caben, salen a explorar”. Así se exporta biomasa: peces, cetáceos, plancton. Las colonias de algas, posidonia o coral, lógicamente, son las primeras beneficiadas. Más riqueza, más vida.

“Las especies son territoriales: cuando están tranquilas, se hacen más grandes. Y entonces migran, incluso en los casos de las que tienen una movilidad más lenta, como los erizos o las estrellas de mar”, amplía la doctora Ojeda. Ella misma lo ha visto en los estudios que ha realizado en enclaves de la costa alicantina o de las islas Canarias que gozan de altísimos niveles de protección: “En El Hierro eran los propios pescadores los que nos decían que las capturas volvían a ser de un tamaño y una variedad que prácticamente no recordaban”. La flota artesanal es la primera interesada en evitar que sus caladeros, próximos e históricos, queden esquilmados por la pesca extractiva. La paradoja es brutal: España, país de tradición pesquera, importa el 70 % del pescado que consume. Y del tercio restante, apenas una décima parte proviene de pequeñas embarcaciones. “Solo con océanos llenos de vida y con zonas protegidas que exporten biomasa podremos reflotar las pesquerías de este país”, sostiene Ojeda.

Pronto saldrán de dudas. Hay una fecha para enfocar el asunto. Será clave y es inminente: entre el 9 y el 13 de junio se celebrará la tercera edición de la  Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos. Los ministros de Medio Ambiente se reunirán en un puerto mediterráneo, Niza, con una ambición que flota en el aire: convertir este encuentro para la biodiversidad marina en la cumbre que decidió, al menos de palabra, resolver el problema. La inspiración a seguir es el Acuerdo de París para el cambio climático. Francia, de nuevo, como punto de inflexión para el futuro del planeta. 

“Como siempre —matiza la responsable de biodiversidad de Greenpeace España— llegamos con los deberes por hacer. Los países funcionan por deadline. Cuando se acerque la conferencia, y durante esos días en Niza, veremos más compromisos. Necesitamos sesenta países para que el acuerdo salga adelante. Ahora mismo tenemos veintiuno”. España fue el decimoquinto en ratificar, el pasado febrero, el Tratado Global de los Océanos, que vio la luz en marzo de 2023. Eso sí, no bastará con ratificar lo firmado para llevar los altos niveles de protección a aguas internacionales, “que no son de nadie —dice Ojeda—, pero alguien tiene que encargarse de cuidar de ellas. Sin inversión no hay protección. ¿De qué sirve tener una reserva marina donde no está permitida la pesca si luego no hay medios de vigilancia suficientes, por ejemplo unos guardas sin barca?”. 

Los puntos calientes de la biodiversidad suelen estar en regiones con bajo PIB per cápita. Un ejemplo es Bangladesh, uno de los países que ya han firmado. Al tener la mayor parte de su territorio en zonas inundables, la subida del nivel del mar golpeará a los 173 millones de bangladesíes que viven en el octavo estado con más población del planeta. La misma amenaza empujó a un puñado de archipiélagos con soberanía propia —Barbados, Palaos, Seychelles y Micronesia— a liderar una causa que necesitará fondos ingentes. ¿De dónde saldrán? La bióloga marina lo tiene claro: todo pasa por la cooperación internacional. “No tienen el dinero, pero tienen el deber. No es justo que los países más ricos obliguen a los más pobres a llevar a cabo esas protecciones”.

Mientras los gabinetes debaten, corre el reloj. Los ecosistemas marinos se enfrentan a un cóctel de amenazas: contaminación por plásticos (que se ha duplicado desde 1980), sobrepesca, calentamiento del agua, acidificación. “Una vez que hay microplásticos en el mar, la contaminación es imposible de detener”, dice Ojeda. “Por eso es vital proteger antes. Es en tierra donde se produce el problema”.

Aun así, hay señales de cambio. En septiembre de 2023, el Parlamento Europeo logró cerrar a la pesca de arrastre 16.000 km² de ecosistemas vulnerables del Atlántico Nordeste. Un respiro para los corales, las esponjas y otras especies profundas frente a las costas de Irlanda, Francia, España y Portugal. Una victoria celebrada por las más de 155.000 socias y socios de Greenpeace, y por los 120 embajadores de los océanos que prestaron su voz a la causa. El apoyo de personalidades respetadas y mediáticas como Alba Flores, Elena Anaya, Carlos y Javier Bardem y Alejandro Sanz fue clave.

Proteger funciona. A la manera milenaria que los barbechos regeneran los suelos cultivables, las reservas marinas permiten que la vida se recupere y rebose. Al conseguirlo, revierte en los litorales más sensibles —e importantes—: las zonas húmedas. La destrucción de marismas, marjales y albuferas es paradigmática. Se calcula que la superficie que ocupaban en el XVIII, siglo donde la cartografía ya era un saber bastante preciso, ha menguado un 87 %. En el último Convenio sobre la Diversidad Biológica celebrado en Cali (Colombia), fue uno de los temas a tratar. Allí, tan cerca de la riqueza neotropical del Chocó (uno de los lugares con mayor biodiversidad que existen), se defendió como urgente proteger y restaurar el 30 % de la superficie planetaria para 2030. Sea terrestre o marítima. Cali y Niza dialogan. A miles de kilómetros de distancia, pero en la misma lengua.

¡ Comparte !


Comentarios

1 comentario
Cristina 30/05/2025

Ojalá que esta cumbre se convierta en la plataforma desde la que se resuelvan los problemas que amenazan a la biodiversidad marina

Responder

¡ Comparte !