Reactivo - Qué hay detrás de la DANA en el este y el sur de España
Greenpeace exige urgencia en la acción climática para evitar la intensificación y frecuencia de los desastres meteorológicos
Mientras todavía se contabilizan las pérdidas humanas y materiales como consecuencia de la DANA que ha barrido varias provincias, con especial virulencia en Valencia, Albacete y Cuenca, Greenpeace lamenta profundamente lo ocurrido y exige medidas serias y ambiciosas ante la emergencia climática para prevenir la pérdida de más vidas.
“No tenemos palabras suficientes para expresar nuestras más profundas condolencias. Cuando hablamos de cambio climático o de emergencia climática a menudo se percibe como un concepto abstracto y alejado de nuestra realidad diaria. Por desgracia, el cambio climático es esto: la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos como el que ha ocurrido esta noche, con un nivel de destrucción cada vez mayor. Ignorarlo provoca muertes que no nos podemos permitir”, ha señalado Eva Saldaña, directora ejecutiva de Greenpeace.
¿Qué está pasando?
La DANA que está arrasando el sureste de España, y que ahora se desplaza hacia Andalucía, tiene causas y también culpables, explican desde Greenpeace. Los datos preliminares apuntan a que la DANA que ha azotado varias provincias podría encontrarse entre las peores del último siglo en la Comunidad Valenciana. El cambio climático no solo está calentando la atmósfera, también los mares. Las excesivas temperaturas del mar Mediterráneo, por encima de la media desde abril de 2022, forman un cóctel terrorífico, actuando como una reserva de energía y humedad para alimentar estos temporales y hacerlos más intensos y severos, con mayores precipitaciones.
A esto se suma la realidad de la gestión hidrológica en todo el Estado: cauces fragmentados con muchos obstáculos, excesivamente canalizados, y zonas inundables urbanizadas (más de un millón de hogares en España se levantan en zonas inundables) agrava los impactos de las lluvias torrenciales. Incluso en zonas donde no ha llovido, el desbordamiento de ríos y su evacuación al mar ha provocado grandes daños.
Ante esta realidad de cambio en los eventos meteorológicos, es necesario aplicar medidas ambiciosas que reduzcan las emisiones y frenen el avance del cambio climático. Estos episodios extremos nos muestran que la falta de ambición climática, la insuficiente reducción de emisiones de los planes recién aprobados, tienen consecuencias mortales.
¿Cuánto cuestan las catástrofes climáticas?
Los datos son conocidos: el 71% de las indemnizaciones corresponden a inundaciones y, tras las altas temperaturas, son el fenómeno atmosférico que más muertes provoca en España. Uno de los grandes debates en la próxima cumbre del clima, la COP29, va a ser quién tiene que pagar los costes de las pérdidas y daños que provoca el cambio climático. Para Greenpeace está muy claro que deben pagar los responsables: las corporaciones de los combustibles fósiles. Son ellas y no la sociedad quien debe afrontar esos costes, además de los de adaptación (para prevenir más daños por el cambio climático ya en marcha) y los de mitigación (para poner freno al proceso de calentamiento global y evitar que sobrepase el peligroso umbral de 1,5 ºC fijado en el Acuerdo de París).
Además, ante los cambios ya irreversibles se deben tomar también medidas de adaptación para proteger a las personas y aumentar la resiliencia de los territorios. Las superficies impermeables, ya sean campos secos, cauces erosionados o superficies asfaltadas aumentan la velocidad del agua y los impactos a su paso. Recuperar el flujo natural del ciclo hidrológico, regenerando ecosistemas vitales que absorben el agua y ralentizan su curso, como zonas de ribera, llanuras de inundación, humedales y ecosistemas costeros, tanto en zonas urbanas como periurbanas y mejorar la permeabilidad y capacidad de respuesta de las superficies urbanas ante las lluvias torrenciales.
¿Quiénes son los culpables?
Mientras la sociedad sufre las dramáticas consecuencias de la emergencia climática, las empresas que basan su negocio en los combustibles fósiles (principales causantes de la crisis climática) se siguen lucrando y continúan presionando en contra de la ambición climática y para eludir su responsabilidad. Greenpeace demanda que paguen las consecuencias de los daños que el cambio climático está provocando en la sociedad. La próxima Cumbre del Clima (COP29), que se celebrará en Bakú (Azerbaiyán), del 11 al 22 de noviembre, es clave para dirimir quién costea las consecuencias de la intensificación de los eventos meteorológicos extremos.
La pérdida de biodiversidad, víctima y a la vez solución de esta crisis, también está detrás de lo que está ocurriendo. Restaurar la naturaleza es la clave para protegernos frente a eventos extremos a la vez que es una oportunidad transformadora para tener unos entornos resilientes y sanos para la biodiversidad y las personas. Para esto se necesitan medidas desde el nivel local hasta el global.
En Cali (Colombia) está teniendo lugar la COP16 de biodiversidad, en la que se está negociando la implementación del Acuerdo para proteger el 30 % de la superficie terrestre y 30 % de la superficie marina global. Esto tendría repercusión a nivel nacional, en la restauración de ecosistemas degradados que nos podrían proteger de las inundaciones. Para la implementación de este acuerdo es fundamental la financiación, algo que los Gobiernos no están cumpliendo. Se debe redirigir el dinero destinado a actividades dañinas con la naturaleza a medidas de protección, y avanzar urgentemente en la implementación de las metas y objetivos acordados en el Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal. Invertir en restaurar la biodiversidad es invertir en salud y en protección de las personas.