La costa asturiana en riesgo: empezaremos a perder playas en los próximos diez años
- El litoral asturiano se enfrenta a un retroceso medio de su costa de hasta tres metros y un aumento de la erosión del 20 % para 2040
- Greenpeace presenta hoy un informe que repasa los principales riesgos en Asturias y el resto de comunidades del litoral: destruir la costa es exponer a millones de residentes
- La subida del nivel del mar, el aumento de la temperatura marina, la intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos y la turistificación masiva, principales causas de peligro
Madrid, 23 de julio de 2024.- Greenpeace presenta hoy el informe Crisis a Toda Costa 2024. Análisis de la situación del litoral ante los riesgos de la emergencia climática, donde realiza una radiografía del estado de los más de 8.000 km de costa española ante las amenazas que vienen.
Riesgos en el litoral
No hay región costera española, y Asturias no es una excepción, que no esté expuesta a riesgos por exceso de urbanización e infraestructuras, contaminación, la presencia de barreras artificiales (como diques, espigones, paseos marítimos o puertos deportivos), el despilfarro de recursos naturales y el encauzamiento, soterramiento y desvíos de cauces fluviales. Todas estas actuaciones han provocado desequilibrios que se traducen en el retroceso y la pérdida de las playas, y con ellas, su función de barrera protectora, lo que supone un riesgo para millones de personas residentes en el litoral.
A estas malas prácticas hay que sumar las debidas específicamente al cambio climático:
- La subida del nivel del mar. Según previsiones de la NASA, ocasionará la pérdida de playas en la totalidad del litoral. Cabe recordar que, según la regla de Bruun, de media se estima que por cada centímetro que suba el nivel del mar, la costa retrocederá un metro. Para 2030 ya se esperan impactos graves. La ría de la Tina Mayor, el estuario del Deva justo en el límite con Cantabria, marca el inicio de la costa que se verá afectada. Con impacto en la práctica totalidad de los 472 kilómetros de costa asturiana, los sitios que se verán especialmente afectados serán Llanes, Barro, San Antolín de Bedón, desembocadura del río Sella, Omedina, Lastres, ría de Villaviciosa, Gijón, Cabo de Peñas, ría de Avilés, desembocadura del Nalón, Cudillero, desembocadura del Esva, Barayo, ría de Navia, Penarronda y la ría de Ribadeo. Y para final de siglo, de seguir la actual tendencia, Asturias perdería casi el 1,2% del total de su superficie por inundación costera permanente.
- Los datos de la subida de la temperatura de mares y océanos muestran que las olas de calor marinas se suceden sin tregua desde 2022. Las aguas del Golfo de Vizcaya son las más vulnerables a su creciente intensidad. Temperaturas marinas más altas provocan la disminución del oxígeno disuelto en el agua y a ello se suma la contaminación, que provoca la acidificación del agua. Es lo que la Agencia Europea de Medioambiente denomina “el trío letal”, que ya está provocando graves impactos sobre la biodiversidad y los ecosistemas marinos, así como sobre la pesca y el marisqueo.
- Más eventos meteorológicos extremos y de mayor intensidad. El agua más caliente se evapora más y esto provoca la formación de DANAs y ciclones más potentes y peligrosos, aumentando los daños por inundaciones. En Asturias, el 9% de sus viviendas se ubican en zona inundable.
La erosión también está presente y es la costa asturiana, junto con Galicia y Canarias, donde se espera mayor retroceso de la costa, de hasta tres metros en 2040 y un aumento de la erosión del 20%.
Las marismas asturianas juegan un papel fundamental en amortiguar la subida del nivel del mar y proteger la costa, pero si se produce una subida del nivel del mar rápida, los expertos no descartan que estos sistemas migren hacia el interior cuando no haya barreras o desaparezcan si las hay. Según los expertos el estuario del Esva, que conserva sus características naturales, podría adaptarse mientras que la ría de Avilés no podría hacerlo, ya que más del 80% de su perímetro está urbanizado
Sin una presión urbanizadora tan acuciante como en otros tramos del litoral, salvo en zonas concretas como Luanco-Gijón y Ribadesella, la contaminación presenta un grave problema. Los vertidos industriales de la papelera CEASA en Navia, los vertidos a la ría de Villaviciosa en un área protegida y los constantes vertidos de aguas fecales, especialmente en el tramo oriental de su costa, son los puntos más negativos.
“Durante décadas hemos deformado la costa a nuestro antojo, pero eso ya no funciona más. Ya no llegamos a anticiparnos al problema, porque ya está aquí, pero las soluciones tienen que ponerse en marcha con urgencia. Todo retraso resultará en mayores costes económicos y humanos”, explica María José Caballero, responsable de Costas en Greenpeace España.
Soluciones para la costa
Es urgente hacer frente a estos riesgos. Tan sólo con una reducción moderada de las emisiones de gases de efecto invernadero se podría evitar el 40% del retroceso de las playas de todo el mundo. También son necesarias medidas de adaptación a todos los niveles (municipal, autonómico y estatal) que minimicen los daños y busquen soluciones reales y duraderas. Las soluciones aplicadas hasta ahora, como las regeneraciones artificiales de playas y la reconstrucción de paseos marítimos, ya no sirven. Cada nuevo temporal destruye las costosas intervenciones artificiales que no atienden a la raíz del problema. Sólo entre 2016 y 2020 se gastaron cerca de 60 millones de euros en la reposición artificial de arena en las playas.
Las soluciones han de ser locales, porque cada tramo de litoral tiene características propias, pero deben ser acordadas por las administraciones y participadas por la ciudadanía de forma urgente. Proteger y conservar las playas supondría un beneficio 150 veces superior a dejar que sigan deteriorándose.
“La costa nos protege de los eventos meteorológicos extremos y la subida del nivel del mar provocados por el cambio climático, pero seguimos maltratándola. La pérdida de sus características naturales tiene que revertirse para que pueda protegernos”, explica Caballero.
Para revertir la situación actual, resulta imprescindible:
- Aplicar políticas ambiciosas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y normativas de adaptación y protección de la costa de acuerdo con lo que marca la ciencia.
- Devolver la calidad ambiental a los espacios costeros para tener sistemas naturales estables que protejan de los peores riesgos.
- Acabar con la contaminación que empobrece la calidad de las aguas y nos supone el pago de cuantiosas multas a la Unión Europea.
- Poner coto a la turistificación masiva a través de medidas como la limitación de vuelos y cruceros, el establecimiento de tasas por pernocta que repercutan en la mejora de los servicios públicos y la regeneración de ecosistemas o la limitación de alojamientos turísticos y la participación ciudadana en la planificación turística.
- Introducir las previsiones sobre el cambio climático en la planificación urbanística y de infraestructuras.
- Impedir la construcción de infraestructuras y la urbanización que generen barreras artificiales que hacen de pantalla e impiden que la arena se deposite en las playas y aumentan la virulencia de los temporales marinos.
- Conservar y facilitar la expansión hacia el interior de marismas y humedales (son grandes disipadores de la energía del mar y, por tanto, muy buenos aliados en la protección). Prohibir proyectos en estas zonas y retirar las que existan.
- Revisar los deslindes (la delimitación) que determinan el dominio público marítimo-terrestre (100 metros en zona no urbanizable y 20 en zonas urbanizables), que constituye la zona mínima de protección frente a DANAS, temporales y la subida del nivel del mar.
- Recuperar las zonas inundables. En España, las inundaciones son, después de las olas de calor, el segundo fenómeno natural que más muertes provoca. Liberarlas de construcciones (su presencia aumenta exponencialmente los daños y riesgos) y recuperar los cauces naturales de ríos y avenidas.
- Promover la investigación científica de las afecciones provocadas tanto por las barreras artificiales como por el cambio climático en los ecosistemas, las especies marinas y la salud de las personas.