Un mes de la guerra en Ucrania: análisis, datos y portavocías
- Greenpeace, que está analizando el conflicto desde distintas áreas (el peligro nuclear, la relación del gas, el petróleo y el uranio con la guerra, la escalada armamentística o la seguridad alimentaria), pone a disposición de los medios personas expertas para profundizar en sus causas y consecuencias
- A lo largo de este mes, la organización ha llevado a cabo distintas acciones de protesta y actos a favor de la paz en varios países
En vísperas de cumplirse un mes del inicio de la invasión rusa de Ucrania y un día antes de la reunión del Consejo de Europa para abordar la situación de manera conjunta, Greenpeace reflexiona sobre esta crisis desde distintos ángulos y recuerda que, en esta situación tan complicada, la respuesta no puede ser un retroceso de los valores y principios basados en la paz, la democracia y la protección del medio ambiente.
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La organización señala que, además de las dramáticas consecuencias para la población civil, esta guerra está poniendo de relieve una vez más la vulnerabilidad de un modelo económico basado en la explotación ilimitada de los recursos, la colonización de otros territorios y pueblos, el aumento de la escalada armamentística, la dependencia de los combustibles fósiles y el riesgo de la energía nuclear.
Greenpeace reitera su condena a la invasión que está llevando a cabo el Gobierno ruso en Ucrania, y exhorta al presidente Putin a que retire inmediatamente sus tropas y cese las operaciones militares, al tiempo que exige a la comunidad internacional que ponga todos sus esfuerzos en dialogar y consensuar una salida pacífica al conflicto.
La organización muestra su máxima solidaridad con todas las víctimas de la intervención militar. En especial, con la población civil que ya está sufriendo las consecuencias de esta escalada y que, como sucede en todos los conflictos armados, es la principal damnificada de la dinámica belicista. También nos solidarizamos con todas las personas que están diciendo No a la guerra en las calles de Rusia (con la exposición que conlleva) y en el resto del mundo y crean nuevas formas de protesta pacífica ante esta sinrazón.
A lo largo de este mes, Greenpeace ha ido analizando los distintos ángulos del conflicto: la relación que tiene lo que está sucediendo en Ucrania con la dependencia europea de gas y petróleo, con su consiguiente subida de precios; el peligro que supone la energía nuclear en cualquier contexto, y más aún en un conflicto de este calibre; o cómo puede afectar todo esto a la seguridad alimentaria. Además, durante todo este tiempo la organización ha realizado acciones de denuncia y actos a favor de la paz en distintos países, entre ellos España contra la entrada de gas ruso en el puerto de Bilbao.
Temas y personas expertas de Greenpeace disponibles para entrevistas y declaraciones:
- Energía y guerra
A la emergencia climática que provocan los combustibles fósiles se une un nuevo ángulo de fragilidad y es su contribución a la escalada bélica: el gas, el petróleo y el uranio que importamos son esenciales para financiar la guerra.
Un mercado eléctrico que paga a precio de gas toda la electricidad, incluso la más barata, y el control abusivo de un oligopolio de las grandes empresas eléctricas tienen como consecuencia unas facturas eléctricas insostenibles para la sociedad.
El uranio es otro negocio de Putin que pagamos de nuestro bolsillo. Importamos de Rusia casi el 40% del concentrado de uranio que utilizan las centrales nucleares. Otro 13% más viene de dos países en la órbita del Kremlin: Uzbekistán y Kazajistán. Y la Unión Europea comparte cifras similares. No es de sorprender, por tanto, que las sanciones a Rusia aprobadas estos días por la Unión Europea no apunten con seriedad a detener las importaciones de gas, petróleo, carbón ni mucho menos de uranio a través de las cuales Putin está financiando su guerra. Las últimas sanciones de la UE al sector energético ruso no afectan a empresas como Lukoil ni Novatek o Rosatom, la empresa estatal rusa de energía atómica de la que tanto depende el abastecimiento de las centrales nucleares en la UE y en España.
Francisco del Pozo, ingeniero Técnico Industrial especializado en mecánica, Graduado en Ingeniería Energética, Responsable de combustibles fósiles.
El sector del transporte todavía depende casi exclusivamente de los combustibles fósiles. Casi el 70 % de todo el petróleo de la UE se utiliza para el transporte, un combustible del que la mitad de las importaciones de la UE proceden de Rusia, lo que supone que cada día casi 250.000 millones de euros salen de la UE a Rusia. Impulsar la transformación del transporte es primordial si queremos detener esta inyección de efectivo en la guerra.
Adrián Fernández, Ingeniero de Obras Públicas, especializado en Transporte, y Máster en Movilidad y Seguridad Vial por la Universidad Politécnica de Madrid. Responsable de la campaña de Movilidad.
El conflicto armado en Ucrania nos está permitiendo ver las enormes y profundas consecuencias humanitarias de las guerras y también la grave dimensión que supone el peligro nuclear. El ataque de Rusia, una potencia con armamento atómico, contra Ucrania, un país cuya electricidad depende fuertemente de las centrales nucleares, y un contexto energético en el que Rusia es un exportador relevante de uranio y tecnología nuclear para Europa, nos recuerda la necesidad de superar la dependencia de esta energía sucia y de desmantelar el armamento nuclear mundial.
Meritxell Bennasar, Licenciada en Tecnología Ambiental por la Universidad de Wolverhampton. Responsable de la campaña de nuclear.
Es el momento de intensificar los esfuerzos diplomáticos y apoyar las vías de negociación pacífica, incluido el empleo de acuerdos y medidas económicas que contribuyan al cese inmediato de las hostilidades. Hay que frenar de forma urgente la escalada armamentística en la región, puesto que es un camino contraproducente para alcanzar la paz e incrementa las probabilidades de enconamiento del conflicto, y con ello el sufrimiento humano.
El rearme y aumento del gasto militar nos acerca a la guerra, y no a la paz. En nuestro país, el Gobierno ha anunciado que se elevará hasta alcanzar un 2% del PIB, una inversión desmesurada que no resulta útil para abordar los grandes retos a los que nos enfrentamos, tales como la pandemia o la emergencia climática. Al contrario, en nombre de la “seguridad nacional” supone el desvío de recursos muy valiosos que se deberían destinar a la investigación, hospitales, escuelas, políticas de empleo o a garantizar el acceso a una energía limpia y asequible, aspectos que dan realmente seguridad a la mayoría de las personas.
Javier Raboso, sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid y activista de derechos humanos. Responsable de la campaña de Democracia y Cultura de Paz.
El conflicto en Ucrania evidencia la gran dependencia de nuestro sistema alimentario de las importaciones: maíz, soja, etc… que necesitamos para alimentar a la desmesurada cabaña ganadera existente en nuestro país, que es a su vez la granja de Europa.
Ni Europa ni España están amenazadas por una crisis alimentaria. Al menos no por ahora. Pero a la industria agroalimentaria le interesa que tengamos miedo para seguir manteniendo sus inmorales beneficios. Esto tiene que cambiar. No necesitamos más agricultura y ganadería industriales que dependen de combustibles fósiles, plaguicidas, fertilizantes y transgénicos. No podemos seguir pisando el acelerador de un destructivo modelo agroalimentario que nos está llevando hasta el borde del precipicio.
Luis Ferreirim, Post-grado en Filosofía de la Naturaleza y del Medio Ambiente por la Universidade de Lisboa, responsable de la campaña de Agricultura y Ganadería
Greenpeace señala que la respuesta a esta crisis no puede ser más armas, más gasto en defensa, más energías sucias, más pérdida de biodiversidad, más polarización y más desprotección para las personas. Esta nueva y dolorosa crisis necesita, como la anterior provocada por la Covid-19, grandes dosis de solidaridad, de unión, de protección y de cuidados y muestra con gran claridad la imperiosa necesidad de acelerar una transformación radical del sistema, una transición ecológica y justa que nos lleve hacia un modelo socioeconómico que anteponga las personas y el planeta a los beneficios corporativos, que sea más resiliente y se desarrolle acorde con los límites del planeta sin generar desigualdades.
- Frenar la escalada armamentística y el incremento del gasto militar, derivando recursos a fortalecer políticas que promuevan la seguridad humana
- Acelerar la transición energética para hacer frente a la emergencia climática y no depender de energías que financian la guerra
- Establecer medidas urgentes y efectivas para revertir la imparable subida de los precios de la energía y proteger a la población más vulnerable
- Liberarnos de la dependencia actual de los combustibles fósiles en el transporte con medidas urgentes y efectivas
- Apostar decididamente por la transición agroecológica, garantizando la soberanía alimentaria y alimentos sanos y sostenibles para todas las personas
- Avanzar hacia una reforma fiscal que distribuya la riqueza y contemple una fiscalidad verde y justa que no deje a nadie atrás