¿Tiene algo que ver el hiperconsumismo con la violencia ejercida sobre las mujeres? Black Friday, rebajas, Blue Monday, San Valentín, Navidad… La respuesta es sí, tienen algo que ver. A veces es una relación directa, mientras que otras hablamos de las causas estructurales que se esconden detrás de esta violencia. Aquí te contamos algo más sobre esto para seguir sumando argumentos al necesario cambio del modelo de consumo que nos imponen las grandes marcas a uno que tenga en cuenta los límites del planeta y los derechos humanos de todas las personas.
#1 Violencias directas sobre el cuerpo de las mujeres
Aunque no suelen ser noticias que abran los telediarios de la tele, salvo excepciones imposibles de obviar como el accidente en el Rana Plaza en 2013 en el que se vieron implicadas marcas como Mango o Primark, existen numerosas denuncias e investigaciones que demuestran que las condiciones laborales de quienes sostienen la industria textil violan los derechos humanos. Jornadas de trabajo extenuantes, sin apenas descansos o directamente sin ellos, y en ocasiones manipulando tejidos o sustancias tóxicas que tienen efecto directo sobre quienes las manipulan en el proceso de fabricación son las condiciones de trabajo habituales en este sector. Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), las mujeres representan alrededor del 80 por ciento de la mano de obra del sector de la confección y sus puestos de trabajo están predominantemente situados en el nivel inferior de los sistemas de producción textil. Esto significa, según el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), que tienen mayores riesgos de lesiones laborales y exposición a productos químicos peligrosos.
Una investigación de la entidad Public Eye de 2020 demostró que las mujeres que confeccionan en los talleres de donde sale la ropa que vende Shein trabajan una media de 11,5 horas diarias y con graves carencias en seguridad.
#2 Violencias socioeconómicas
Este estudio de la organización Changing Markets de 2017 muestra cómo la industria de la viscosa está relacionada con el aumento de cánceres y malformaciones congénitas debido a la contaminación de acuíferos y tierras de cultivo. Esta misma investigación constata que marcas como Zara y H&M se abastecen de esta viscosa contaminante. Quienes se encargan de cuidar cuando la vida enferma o cuando las condiciones económicas familiares se complican siguen siendo las mujeres por los roles en los que las coloca el sistema y por la precarización de los servicios públicos que deberían encargarse de esta responsabilidad colectiva que es sostener la vida. Las sustancias tóxicas de algunos tejidos no solo afectan de forma directa a quienes los manipulan sino que contaminan el entorno generando situaciones críticas (contaminación de agua y alimentos, enfermedad, precariedad) que en todo el mundo siguen sosteniendo las mujeres.
No solo en la fabricación, también en la distribución de productos pueden verse este tipo de violencias. Una investigación del The New York Times de 2021 realizada en centros logísticos de Amazon en EEUU mostró los altos niveles de rotación del personal, los despidos por errores informáticos sin más, la cultura del miedo instalada y la desigualdad racial. ¿Puedes imaginar la imposibilidad de conciliar, de criar, de cuidar de personas dependientes, de alimentar y calentar la casa o de poder tener algo de tiempo para ocio, con unas condiciones laborales así? Una investigación del programa Salvados también sacó a la luz este tipo de políticas en centros de Amazon en España.
En el caso de los centros de Inditex en España, las trabajadoras también denuncian la discriminación hacia las mujeres en especial cuando son madres porque los horarios son infernales para conciliar y sin una antelación mínima que te permita saber en qué turno vas a trabajar.
#3 Violencias culturales
El consumismo es el motor del sistema económico. Si no consumes, y sobre todo si no consumes de la manera en que debes consumir, no existes para el sistema. Esa es nuestra aportación a la reproducción de los beneficios, algo que se sitúa en el centro de la economía actualmente. Si no consumes, quedas fuera. Si te quedas fuera, en las reglas del juego actuales, perderás la capacidad de sostener tu vida y la de tu familia o tu red cercana.
Para que esto funcione de forma eficaz ocurren al menos dos cosas. Por un lado, la homogeneización cultural: todo lo que consumimos sigue un patrón y ese patrón es el que se genera en Occidente. Patrón que además no está exento de representaciones patriarcales y estereotipos sexistas. Por otro lado, el mundo se divide en zonas productoras y zonas consumidoras, centros y periferias. Quienes forman parte de las primeras, producen pero no consumen, están por tanto fuera del sistema y sus vidas parece que valiesen menos. Es por eso que pueden violentarse sus cuerpos (especialmente los de las mujeres) y sus entornos sin que apenas pase nada.
Como parte de estos procesos, la investigación acerca de Shein de 2020 constata que la mayoría de personas trabajadoras -mujeres- de los talleres proceden del medio rural que emigran a la ciudad, abandonando sus entornos y culturas tradicionales.
¿Soluciones?
En un mercado totalmente copado por las grandes marcas y las grandes distribuidoras cada vez tenemos menos margen para consumir de otra manera y no caer en las redes de sus estrategias de lavado verde. La culpabilidad se apodera de nosotras y nosotros y es difícil ver alternativas. Te animamos en primer lugar a hacer la reflexión acerca de las necesidades reales que tenemos antes de comprar y después a probar algunas de estas propuestas. Reduciendo nuestro consumo a lo que realmente necesitamos, reparando siempre que sea posible, intercambiando las cosas que ya no nos gustan por otras que sí, comprando de segunda mano o comprando local estaremos reduciendo nuestra huella de carbono y, de paso, ahorrando dinero y haciendo amigas.