Cuando las grandes corporaciones amenazan la biodiversidad y las administraciones los permiten
La biodiversidad es la base de la vida en el planeta ya que abarca la variabilidad genética de especies y de ecosistemas. Es fundamental para la estabilidad de los ciclos naturales y para la provisión de servicios ecosistémicos esenciales. También para la regulación climática, el suministro de agua y alimentos y la protección frente a riesgos ambientales, sin los cuales nuestro modo de vida no sería posible. Sin embargo, el estilo de vida urbano, la digitalización, la mercantilización de la sociedad, la obsesión por el crecimiento económico y la pérdida del contacto cotidiano han generado una peligrosa desconexión de la naturaleza. Ello impide valorar estos servicios «invisibles» pero vitales.
La biodiversidad está en crisis, con una pérdida del 2 % al 6 % por década en los últimos 50 años y más de un millón de especies en peligro de extinción. Aproximadamente el 75 % del medio terrestre y el 66 % del marino están muy alterados por la actividad humana. Junto al cambio climático, la pérdida de la biodiversidad es clave para el mantenimiento de los procesos biológicos en el planeta tal y como los conocemos.
En España, la situación es muy grave. Aunque alberga el 54 % de las especies europeas y aproximadamente el 5 % de las conocidas en el mundo, es el país de la Unión Europea (UE) con más especies amenazadas. Además, sólo el 9 % del territorio tiene un estado de conservación “favorable”.

Los factores más importantes de esta degradación ecológica son la transformación, la pérdida y la fragmentación de hábitats, impulsadas por infraestructuras, urbanización, monocultivos y proyectos extractivos.
La mala gestión de los espacios protegidos
Los espacios naturales protegidos, así como otros entornos que por sus características ecológicas también deberían estar legalmente preservados, son los pilares de la urgente conservación y reconstrucción de la biodiversidad a nivel mundial. Sin embargo, incluso la custodia efectiva de estos lugares está a menudo en cuestión.
Muchas corporaciones, empresas e incluso administraciones públicas entienden el territorio como un simple lugar donde realizar actividades económicas, no siempre compatibles con la sostenibilidad de la vida. Utilizando tácticas como el greenwashing, la fragmentación de proyectos y un lobby intenso, aprovechando vacíos legales o intentando enfrentar a la población con la conservación, estas empresas están impulsando proyectos destructivos en espacios naturales de alto valor ecológico, muchos de ellos legalmente protegidos. Sitúan el beneficio empresarial por encima de la naturaleza, despreciando todo lo que esta nos proporciona y poniendo en riesgo el futuro de las próximas generaciones.
La denuncia, la visibilización de la barbarie y la movilización social son las principales barreras de contención contra la mercantilización de la naturaleza y en defensa del territorio y la biodiversidad que lo sostiene.