España no mide bien sus aguas subterráneas. El agua tiene sus propias y llamativas alertas. Los manantiales se secan, los ecosistemas superficiales se ven afectados, sistemas de conexión entre acuífero y superficie tipo río se transforman en sistemas lacustres, de aguas aisladas con tendencia a la eutrofización, los pozos para regadío que daban 100 litros de agua por segundo caen a niveles mínimos o dejan directamente de alumbrar agua, pero en demasiadas ocasiones esa es la principal información con que se cuenta.
El 22% de las masas de agua subterránea en España no dispone actualmente ni de un solo sensor que mida la evolución del nivel del agua (sensor piezométrico) y que permita por tanto conocer con detalle su estado cuantitativo en base al nivel freático.
La red de piezómetros es una de las principales fuentes de información para conocer la situación de los acuíferos y el estrés hidrológico al que están sometidos. Los piezómetros deben estar situados en puntos que permitan una correcta medición y en número suficiente como para calibrar la evolución del agua en toda su extensión, así como si las extracciones en un punto han llegado ya a afectar al nivel del agua en otro situado a cierta distancia.
Esta red, gestionada desde 1985 hasta 2000 por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y desde entonces por las Confederaciones Hidrográficas ha estado infrautilizada en las últimas décadas. Hay masas muy controladas. Otras, nada.
Las aguas subterráneas más controladas
Los acuíferos que afectan a Parques Nacionales como las Tablas de Daimiel y Doñana tienen un nivel de monitorización de la evolución del nivel del agua a través de sensores piezométricos muy alto, pero esto no es lo habitual. Las cinco masas con relación con Doñana (Almonte, Marismas, La Rocina, Marismas de Doñana y Manto Eólico de Doñana, antes reunidas todas bajo la denominación de Acuífero 27) suman 67 piezómetros. Hay uno incluso que mide el nivel del agua junto a uno de los sondeos destinados al abastecimiento del complejo turístico de Matalascañas y detecta variaciones entre finales de agosto y principios de septiembre, fin de la temporada alta de verano, o entre días de diario y fin de semana.
En el caso de las tres masas del Alto Guadiana que ejercen la principal afección a las Tablas de Daimiel (Mancha Occidental I, Mancha Occidental II, Rus-Valdelobos) tienen 194 piezómetros de los que 76 son controlados por el Instituto Geológico y Minero (IGME), que lleva más de dos décadas elaborando, gracias a ello, un informe anual basado en los datos en aguas altas (mes de marzo) con los puntos de mayor descenso del agua, los de menor y las medias de cada masa y del conjunto. Cuenta con un sensor en los Ojos del Guadiana que sirve de faro guía para anticipar cuándo el agua puede volver a brotar, como ocurrió a finales del periodo especialmente húmedo entre 2009 y 2013. Cuando el agua sube por encima de los 611 metros sobre el nivel del mar en ese sensor, los Ojos vuelven a brotar.
Los acuíferos peor controlados
El lado opuesto de estos ejemplos son las masas de agua subterránea en España con superficies superiores a los 1.000 km2 que carecen de un piezómetro como Algodor en el Tajo, Cretácico de Cuenca Norte en el Júcar o Los Pedroches-Sierra de Andújar en el Guadalquivir, según el análisis realizado de la red de piezómetros del MITECO con datos hasta julio de 2022.
La falta de piezómetros y la ruptura de cientos de ellos ha impedido conocer el estado real de las aguas subterráneas en España en base al nivel freático. En 2021, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) anunció que había terminado de reparar y mejorar la red de piezómetros con actuaciones en 1.068 piezómetros, casi el 50% de los piezómetros de la red. También mejoró en los sistemas de automatización de las lecturas en mil de ellos.
En el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, el Gobierno de España ha anunciado en enero de este año la puesta en marcha de un proyecto para la construcción de 1.200 piezómetros y 500 puntos de medida para mejorar el control sobre el estado cuantitativo y cualitativo de los acuíferos en España. El plan prevé pasar de los 2.300 puntos activos que había en los últimos años hasta 4.000.
Hay regiones concretas en las que la falta generalizada de sensores parece casi intencionada. Ocurre en las aguas subterráneas de la provincia de Jaén, una zona que precisamente tienen un altísimo déficit hídrico y un grave problema de sobreexplotación de acuíferos derivado de la puesta masiva en riego del olivar, prácticamente monocultivo en la provincia.
El ejemplo más acusado es el del acuífero de la Loma de Úbeda, un acuífero sobreexplotado de más de 1.000 km2 que salvó el olivar de la sequía de mediados de los noventa y del que se ha abusado hasta tal nivel que ya hay zonas de olivar que han tenido a la fuerza que volver a secano. No hay agua. La Loma tiene dos piezómetros, situados a escasos metros uno del otro que, según el IGME y la propia CHG, no miden nada. No están en la parte del acuífero que está en riesgo, la zona confinada, donde estaba la verdadera riqueza hídrica, hoy seriamente dañada.
El otro fallo de control es la falta generalizada de caudalímetros, los sistemas de medición que cuantifican con exactitud el agua que extrae cada pozo. Aunque Europa lleva desde la aprobación de la Directiva Marco del Agua advirtiendo a los países de que deben generalizar el uso de los caudalímetros, en España se está muy lejos de acercarse a esa generalización y el fraude está ampliamente extendido, reconocen las propias confederaciones.
Actualmente existen otras fórmulas de medición del uso de agua que están destapando realidades que se veían desde hace décadas sobre el terreno y que, sin embargo, las confederaciones, con la competencia del agua, y los gobiernos autonómicos, con la competencia de suelo y medio ambiente, no parecieron ver. La teledetección ha permitido, por ejemplo, que la Confederación Hidrográfica del Segura detecte al fin que estaban en riego 7.500 hectáreas del Campo de Cartagena, junto al Mar Menor, que por más que se denunciaron, no parecían detectar. Hay masas en la cuenca del Guadalquivir a las que se atribuía un volumen de extracciones de cero hectómetros cúbicos que han pasado a considerarse en mal estado cuantitativo al desvelar la teledetección el uso real que se estaba haciendo del agua.
Fotografía de portada: Captación de una finca de olivar en regadío situado sobre el acuífero de la Loma de Úbeda (Jaén) / DATADISTA