5 razones por las que el gas «natural» (fósil) sale caro
¿Qué pasa cuando la palabra natural no significa nada?…es más … ¿Qué ocurre cuando la publicidad fósil lleva décadas denominando engañosamente al gas metano como “natural”? ¿Qué dirías si te contamos que con este nombre comercial las petroleras están pisoteando un presente y futuro vivible para el planeta, las personas y el clima? Destruyamos el mito: gas natural = gas fósil .Y el gas fósil es un combustible fósil sucio, al igual que el petróleo y el carbón. Y, como cualquier otro combustible fósil, pone en riesgo nuestra seguridad. He aquí cinco motivos para rechazarlo:
1. El clima lo paga caro
El gas fósil contribuye al cambio climático, lo que conlleva sufrimiento, enfermedades y muertes provocadas por desastres como la Dana que vivimos en Valencia y Letur. Además contamina doblemente.
Primero cuando lo quemas porque genera CO2, que es el “simpático” gas de efecto invernadero por el que nos enfrentamos probablemente al mayor problema que tiene ahora la humanidad.
Y segundo, porque está compuesto principalmente de metano, un gas de efecto invernadero 84 veces más potente que el CO2 en un período de 20 años.
Si el metano no se escapase a la atmósfera esto no sería un problema, pero como las tuberías de las casas a veces gotean, el gas tiende a fugarse. Imagina las fugas que puede haber en una red global de cientos de miles de pozos, oleoductos, buques metaneros y terminales Solo en España hay 100.000 km de tuberías del gas enterradas y 8 millones de instalaciones en domicilios e industrias.
La realidad es que las fugas de metano son tan comunes y masivas, que los científicos advierten que suponen “una grave amenaza para la humanidad”. Teniendo en cuenta las fugas de metano, las investigaciones han llegado a la conclusión de que el gas fósil podría ser tan malo para el clima como el carbón, y a veces incluso peor .
El calentamiento global provocado por combustibles fósiles también causa muerte y enfermedades. Se estima que 360.000 personas podrían morir prematuramente antes de fin de siglo como resultado de las temperaturas extremas provocadas por el calentamiento global causado por las emisiones de gases de efecto invernadero de nueve importantes empresas europeas de petróleo y gas solo en 2022.
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2. Los hogares lo pagan caro
El gas lo pagamos caro pues es un combustible fósil, como el petróleo o el carbón, que no se produce aquí y nos llega, sobre todo, de Argelia, EEUU y Rusia. Su precio, por tanto, depende de mercados internacionales especulativos y volátiles, con un coste que siempre se acaba trasladando a nuestra factura del gas, aunque tengas la tarifa regulada. Por ejemplo, estos últimos meses estamos sufriendo un incremento de los precios del gas en torno al 20 %. Por ser invierno pero, también, por la los cortes de suministro de Rusia vía tubería o por el efecto “Trump”.
Además, para que el gas llegue a los hogares necesita una gran infraestructura que también la pagas en la factura, en el tramo fijo concretamente. Asimismo, el sistema de pago está hecho para garantizar que los dueños de estas infraestructuras gasistas (Enagas y distribuidoras como Nergia, Nortegas, etc. ) recuperen su inversión, independientemente de que éstas se utilicen o no. Por ello, la factura total del gas en viviendas es una de las más altas de Europa.
Esto no es todo, el gas lo pagas también en la factura de la luz, pues parte de la electricidad aún se produce con gas. Además, como las plantas de producción de electricidad a partir de gas se usan cada vez menos debido al auge de las renovables, sus dueños están pidiendo un rescate que también pagaremos en un futuro cercano en la factura eléctrica.
3. Las víctimas lo pagan caro
El gas se extrae y exporta de países como Argelia, Rusia, EEUU, Nigeria, Qatar o Azerbaiyán, muchos con dudosas democracias o directamente regímenes autocráticos con nulo respecto a los derechos humanos. Nos guste o no nuestras compras de gas les permiten permanecer en el poder. Además algunos de estos países, como Rusia, están involucrados en guerras y violaciones de derechos humanos. Por ejemplo, se estima que cada cargamento de gas ruso le permite al régimen de Putin comprar unos 7 tanques de guerra.
La lucha de los países por controlar este gas también alimenta conflictos, ya que otorga ventajas geopolíticas a los países ricos en recursos a expensas de las naciones que necesitan importar gas. La extracción de combustibles fósiles es responsable de enormes impactos sociales y violaciones de los derechos humanos en los países de la mayoría global y en las regiones pertenecientes a pueblos indígenas, y puede estar vinculada a la violencia, la corrupción o el reasentamiento y desplazamiento forzado de personas.
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4. La naturaleza lo paga caro
La exploración de gas y las infraestructuras gasistas como plataformas, gasoductos, terminales de GNL o refinerías son especialmente dañinas para la naturaleza y causantes de la deforestación, liberación de contaminantes nocivos, contaminación del suelo, de los humedales o de los fondos marinos y ruido de los estudios sísmicos que ponen en peligro a las ballenas y los delfines. Estos impactos devastadores exacerban obviamente la crisis de la biodiversidad, pero también, aún más, la crisis climática al dañar ecosistemas ya frágiles que de otro modo almacenarían CO2. Sin olvidarnos del fracking, un controvertido método de extracción de gas especialmente contaminante y nocivo por su uso del suelo, y por la inyección de agua con productos químicos a alta presión en el subsuelo, con grandes riesgos de contaminación superficial y en los acuíferos
5. La salud lo paga caro
La quema de gas fósil emite óxidos de nitrógeno (NOx) y otras toxinas responsables de la contaminación del aire. La exposición a niveles elevados de estos contaminantes puede provocar efectos adversos para la salud, como enfermedades cardiovasculares y cáncer. Estimaciones recientes sitúan el número de muertes por contaminación del aire por combustibles fósiles en 5 millones al año. En el hogar, estudios recientes sugieren que las estufas de gas exponen a las personas a un riesgo mayor de enfermedades respiratorias de lo que se creía anteriormente.
Además, en nuestros hogares, millones de calderas, cocina, hornos y calentadores de agua y sus canalizaciones emiten cantidades de gas, incluso cuando no están en funcionamiento. Un estudio en 14 países europeos, donde participa la Universitat de València, ha determinado que la contaminación, solo de las cocinas de gas, acorta la vida de 2.062 españoles cada año. Se estima que un tercio de los hogares europeos cocinan con gas, hogares que generalmente tienen los niveles más altos de NO2 y metano, incluso cuando están apagadas. La calidad del aire interior es importante porque los europeos pasan casi todo su tiempo en el interior y los edificios reciben menos aire fresco a medida que se hacen más herméticos. La contaminación del aire se considera el mayor riesgo ambiental para la salud.
Eliminemos gradualmente el gas fósil y los combustibles fósiles
Hoy en día, el gas fósil representa casi una cuarta parte del consumo energético mundial . Se utiliza principalmente para cocinar, calentar edificios, generar electricidad y en el sector industrial. A pesar de lo que las empresas de combustibles fósiles quieren hacernos creer, el gas pone en riesgo nuestra seguridad al generar desigualdades y violencia, alimentar el caos climático, aumentar los problemas de salud y los accidentes, destruir nuestra valiosa biodiversidad y contaminar nuestro medio ambiente.
Pero la buena noticia es que los sistemas de energía 100% renovable existen y funcionan. El gas puede eliminarse gradualmente reemplazándolo por energías renovables mediante la electrificación, reduciendo la demanda energética general mediante la eficiencia y la suficiencia, y desarrollando el almacenamiento de energía y la flexibilidad de la demanda .
Es hora de acelerar la transición. Es una cuestión de seguridad y justicia para las generaciones presentes y futuras.
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