A los combustibles fósiles ya no les toca (tanto) la lotería
La atención de buena parte de la gente de a pie ha estado hoy en las bolitas del bombo de la lotería. La ilusión de que la combinación de números resultante coincida con la de su boleto pone en vilo a medio país.
Pero hay otros que no se inmutan por el canto de los niños y niñas de San Ildefonso, ya que el gordo les toca todos los años, o todos los días. Las multinacionales energéticas (petroleras, gasistas, carboneras, eléctricas) manejan cifras de negocio que no caben en un billete de lotería. Para ellas siempre toca. Y no solo por los ingresos que obtienen con su negocio, sino porque además consiguen ingentes subvenciones públicas que pagan las mismas ilusionadas personas a través de sus impuestos y sus tarifas.
Es tal el volumen de negocio de las multinacionales energéticas que cuando acuden a los mercados para financiar sus inversiones siempre hay crédito disponible para ellas.
Pero algo está cambiando. En los últimos meses se han sucedido una serie de anuncios que indican que el dinero fácil empieza a huir de la energía sucia. ¿Las razones? El riesgo que supone invertir en actividades que provocan el cambio climático, el creciente rechazo social que provocan y, sobre todo, que no se trata ya de inversiones tan seguras y lucrativas, sino que el riesgo de no recuperar la inversión obliga a pensárselo dos veces.
Veamos algunos ejemplos significativos:
El banco holandés ING ha decidido no financiar más proyectos de carbón ni a empresas eléctricas que tengan más de 5% de carbón en 2025. En consecuencia, varias de las grandes eléctricas españolas (Endesa, Gas Natural Fenosa, Viesgo, EDP) tendrán que hacer caso a la demanda de Greenpeace de cerrar las térmicas de carbón para 2025 o ya se pueden ir buscando otro banco.
La aseguradora francesa AXA, el tercer mayor grupo de seguros del mundo, ha decidido retirar más de 3.000 millones de euros de proyectos y empresas vinculados con las arenas bituminosas (la forma más contaminante de petróleo no convencional), los oleoductos para transportarlas y el carbón. A la vez, va a cuadruplicar sus inversiones verdes hasta los 12.000 millones en 2020.
Los bancos franceses Credit Agricole y Natixis también han anunciado que ya no van a financiar proyectos ni oleoductos de arenas bituminosas. La francesa Societe Generale tampoco volverá a financiar proyectos de arenas bituminosas, de las que ya en octubre había decidido desvincularse el mayor banco francés, BNP.
Dos de las mayores compañías mundiales de reaseguros (las que aseguran a las aseguradoras), Swiss RE y Zurich Insurance, han acordado desinvertir completamente de compañías del sector carbón y además limitar severamente los seguros que prestan a esas empresas. En la misma dirección, el mayor banco australiano, Commonwealth Bank, ha anunciado que dejará de financiar proyectos de carbón.
En el sector público, el poderoso fondo soberano noruego (Fondo Noruego del Petróleo), así como el banco central de Noruega (Norges Bank) han pedido permiso a su gobierno para desinvertir de petróleo y gas (ya lo hicieron antes del carbón). El mismo gobierno que ha sido llevado a juicio por Greenpeace y otras entidades por abrir a la explotación petrolera nuevos yacimientos en el Ártico, algo que, según los denunciantes, viola el derecho al medio ambiente sano consagrado en la Constitución noruega.
Pero quizá el más llamativo de los recientes compromisos de instituciones financieras ha sido el del Banco Mundial, que va a dejar de financiar proyectos de exploración y extracción de petróleo y gas a partir de 2019, un hito teniendo en cuenta que entre 2014 y 2016 había estado financiando ese tipo de proyectos con más de mil millones de dólares al año.
Si hacemos caso a lo que dicen quienes trabajan en el sector energético, las exigencias de las entidades financieras les preocupan bastante más que las normas que imponen los gobiernos. Quizá porque los trucos para debilitar o saltarse las normas los dominan, pero si no te dan dinero, no puedes invertir. Punto.
Pero no olvidemos que todos esos movimientos han venido impulsados por fuertes campañas de presión ciudadana. Es lo que hay que hacer, presionar para cerrar el grifo financiero al cambio climático. Para que así le pueda tocar la lotería al planeta.