Beneficiarse del hambre o apostar por una alimentación sostenible
Veinticinco semanas de lucha y aún no ha terminado: la guerra rusa con Ucrania continúa, perturbando vidas, familias y la paz. El impacto de esta agresión, la actual pandemia de COVID19 y el caos económico mundial están extendiendo sus tentáculos a todos los rincones del mundo, creando estragos y perturbando la paz y el orden social. Muchas sociedades se ven afectadas por la inflación continua impulsada por los elevados costes de los alimentos y de la energía. Esta situación afecta especialmente a las poblaciones más vulnerables que, además del hambre, también tienen que hacer frente al impacto de la emergencia climática.
Fuente: Banco Mundial
La FAO informa que el índice de precios de los alimentos en julio tuvo una fuerte caída, aunque aún se mantiene un 13% más alto que en los meses correspondientes del año pasado. En una investigación reciente, Ayuda en Acción muestra que en África, Asia, América Latina y Medio Oriente, los precios locales se han más que triplicado en algunas de las comunidades más vulnerables.
Si bien los precios de los alimentos siguen siendo altos, es alentador ver que los barcos que transportan cereales y aceite comestible abandonan los puertos de Ucrania tras un acuerdo internacional. Se espera que esto proporcione cierto alivio a corto plazo a la cadena de suministro y alivie la actual escasez mundial de algunos productos básicos. Sin embargo, no es una solución a largo plazo y es probable que la hambruna global dure algunos años. Lo que estamos viendo es un sistema alimentario roto con crecientes desigualdades.
¿Quién se beneficia con el hambre?
Nuestro sistema alimentario actual está controlado por unas pocas grandes empresas de alimentos y bebidas y sus cadenas de suministro. Aunque se presentan como embajadoras de la seguridad alimentaria y energética, en realidad, con sus prácticas siembran las semillas de la pobreza, el hambre, las enfermedades, el colapso climático, la destrucción de la biodiversidad y el sufrimiento de los pueblos indígenas y las comunidades locales. Por ejemplo, los comerciantes de cereales están obteniendo enormes beneficios del aumento de los precios de las materias primas, al igual que las empresas de combustibles fósiles, que también están obteniendo beneficios récord a medida que se dispara el coste de la vida. Estas son las empresas que se benefician de la hambruna al obtener ganancias a través de la especulación con los productos básicos.
Como las gigantes petroleras, las grandes empresas agrícolas se oponen a cualquier forma de regulación y no están interesadas en arreglar el sistema que no funciona. Vemos ejemplos en todo el mundo de cómo ejercen monopolios sobre el suministro de alimentos. En el caso de Kenia, la práctica centenaria de compartir semillas está ahora amenazada por políticas y leyes que parecen diseñadas para aumentar el control corporativo sobre el sector de las semillas.
Hay esperanza todavía: alimentación sostenible
Para cambiar la situación actual, es necesaria una reforma del sistema tributario que sea justa, equitativa y fomente una transición justa a cero emisiones. Las grandes multinacionales de la alimentación y aquellas que comercian con los productos básicos de la cesta de la compra deben pagar impuestos sobre sus generosas ganancias.La ONU y sus Estados miembros deben abordar los problemas sistémicos que rodean este sistema alimentario defectuoso y no dejarse influir por los intereses corporativos.
Los Estados de todo el mundo deben garantizar que existan leyes, políticas e incentivos financieros para apoyar la agroecología, la soberanía alimentaria, el conocimiento indígena y el renacimiento de cultivos agrícolas olvidados. Vemos un ejemplo en Zimbabue, donde los agricultores están volviendo a usar variedades locales tradicionales para proteger su futuro. Estas pequeñas iniciativas deben ampliarse a través de incentivos y apoyo técnico de los gobiernos locales y nacionales. Esta transición se puede lograr a través de inversiones públicas (y privadas), pero solo con estándares regulatorios sólidos y mecanismos de supervisión para garantizar los derechos humanos y proteger y regenerar la naturaleza.
Cada persona tiene su parte de responsabilidad también. Tenemos que exigir una mayor transparencia y rendición de cuentas en la cadena de suministro de alimentos. Por nuestra propia salud y la del medio ambiente del que formamos parte, las personas necesitamos acceder a una alimentación sana y sostenible, para evitar la escasez y el consumo excesivo y dejar de desperdiciar alimentos. También debemos apoyar a los agricultores locales, especialmente a través de compras a gran escala, como las de instituciones educativas, empresas y comedores del sector público. Ahora es el momento de actuar… ¿Cuál será tu próxima acción?
Savio Carvalho es líder de campaña global de Greenpeace International y trabaja para proteger y promover el derecho de las personas a un medio ambiente sostenible y saludable. @savioconecta
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