Entrada de blog por Mónica Parrilla - 14-09-2021


Tras el megaincendio de Málaga, ¿qué? La prevención sigue siendo clave

Mientras termino este post llegan las primeras informaciones que dan por controlado el incendio de la Sierra Bermeja, uno de los más duros de los últimos tiempos. Tan duro como el fallecimiento de un bombero forestal, dos heridos, miles de personas desalojadas de sus hogares en Alpandeire, Benahavís, Estepona, Faraján, Genalguacil, Jubrique, Júzcar o Pujerra, carreteras cortadas y 7.780 hectáreas afectadas con la pérdida de espacios de valor ambiental incalculable, como las 90 ha de pinsapar del Paraje Natural Los Reales de Sierra Bermeja.

Un despliegue de dispositivos de extinción sin precedentes en lo que supone toda una guerra contra el fuego. Seguimos con atención las comunicaciones de los medios de extinción, testigos de primera línea de las llamas, que afirman que es “incendio fuera de la capacidad de extinción”, “un incendio complejo”, “descontrolado”, “monstruo hambriento” o incluso, aunque las etiquetas no sean el centro del debate, su valoración como posible primer incendio de “sexta generación en España”. 

 

Esfuerzos titánicos para aplacar al monstruo y que sin embargo no son suficientes y que les pone en serio riesgo: las estadísticas son clarísimas (datos a fecha 5 de septiembre): disponemos de un operativo de extinción muy exitoso: de los 7.244 incendios que ha habido en España este año, el 66% de los incendios queda en fase de conato, es decir ,1 hectárea. Llegan a tiempo y lo apagan. Fantásticos trabajo de todos los operativos que han participado en las tareas de extinción.

El 0,28% de los incendios suma el 44% de la superficie quemada

Sin embargo, en pocos incendios, en los 21 GIF (Grandes Incendios Forestales) de este año, que representan tan solo el 0,28% de los totales, se han quemado 41.206 hectáreas, el 44% de la superficie que ha ardido. Es aquí cuando se habla de incendios que escapan a la capacidad de extinción. Son incendios de una voracidad inmensa, con gran acumulación de energía que devoran a su paso y cuya extinción no depende de más aviones, sino de soluciones más complejas.

Fruto del estudio de la evolución de los incendios, la comunidad experta en la ecología del fuego ha generado el concepto de «generaciones”, precisamente para referirse a la evolución de los incendios en función del cambio de las condiciones del paisaje y del clima, que han hecho que los incendios forestales tengan dinámicas y un escenario diferente en que moverse cambiando su comportamiento. Si cambia el paisaje, y si cambia el clima, cambia el comportamiento del fuego.

Bosques más inflamables

Independientemente de categorías, el caso de Málaga nos deja claro que los incendios han cambiado a episodios dramáticos causados por la aridez extrema, consecuencia del cambio climático debido al aumento de olas de calor y del agravamiento de la sequía.  Los bosques que van quedando fuera de rango climático están extremadamente áridos aumentando su inflamabilidad y por tanto su facilidad para arder. En estos incendios liberan tanta energía que además de tener una atmósfera que les favorece, la aprovechan y la modifican, generando tormentas de fuego, en los que los equipos de extinción corren un peligro extremo.

Las causas del problema

La problemática de los incendios forestales en los países mediterráneos es compleja y no se puede abordar desde un solo ángulo o perspectiva. El fenómeno de los incendios forestales se ha convertido en uno de los mayores problemas ambientales que sufren nuestros montes y la población debido a la elevada frecuencia e intensidad que ha adquirido en las últimas décadas.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, el éxodo de la población rural a las ciudades ha supuesto el fin o el decaimiento de la mayoría de los aprovechamientos forestales con el consiguiente aumento de la biomasa en los montes.

Que los árboles no te hagan ver un bosque

A estas masas forestales jóvenes e inestables habría que sumar una parte de las superficies repobladas a partir de la década de los 40 del pasado siglo, que han contribuido, también por su falta de gestión, a incrementar esta superficie forestal inestable e inflamable.

4 millones de hectáreas de cultivos abandonados se han convertido en “masa forestal” pero, lejos de ser lo que entendemos como bosque, son masas forestales degradadas que además sufren más olas de calor, más sequías prolongadas.

A ese aumento de superficie arbolada, se une el cambio climático. El cambio climático no explica el origen de los incendios, pero sí el estado vulnerable de nuestros bosques y el agravamiento en su evolución, la velocidad de propagación, y su dificultad de extinción. El agravamiento de olas de calor y sequías hace que la humedad del suelo y la vegetación disminuya, siendo menos resistente al fuego. Por lo tanto, el cambio climático es una parte determinante  en el aumento de los índices de riesgo de incendios forestales.  Además, el informe del IPCC alerta que la región mediterránea es una de las zonas del planeta con mayor riesgo de verse afectadas por el cambio climático y por tanto a riesgos de incendios forestales.

Para agravar la situación. En esas masas forestales vulnerables se insertan viviendas. El aumento de la interfaz urbano-forestal (viviendas que entran en contacto con zonas de vegetación natural) también ha aumentado el riesgo de incendios. Es cada vez más frecuente el uso recreativo del monte, el turismo en la naturaleza, etc. 

Según informe 2018 de Greenpeace, el 80% de los municipios nacionales no tienen planes de emergencia local (como obliga la directriz básica de protección civil) y hay ausencia generalizada de planes preventivos (como obliga la ley de Montes).

¿Soluciones?

El comportamiento de un incendio depende de la topografía, la meteorología y el combustible. No podemos modificar la topografía ni, en el corto plazo, la meteorología. Pero sí el combustible disponible.

Para prevenir y minimizar el impacto de las llamas es fundamental la gestión de nuestro paisaje, recuperar el paisaje en mosaico agroforestal tradicional de forma sostenible, mejor adaptado, con menos carga de combustible, así como recuperar zonas degradadas y desertificadas. Para mantener ese nuevo paisaje es vital la dinamización y reactivación de la economía rural que contribuya a generar estos territorios resilientes ante incendios de alta intensidad  Hay que promover la gestión forestal preventiva y recuperar aquellas actividades que previenen su propagación y que, además, son esenciales para la sociedad. Y por supuesto, debemos combatir el cambio climático para intentar moderar sus peores impactos, impactos que ya estamos recibiendo.

GALERÍA
Incendios forestales de Málaga, Ávila, Cuenca. FOTOS: Pedro Armestre.

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Comentarios

2 comentarios
Juan 14/09/2021

El abandono del medio rural sigue avanzando de forma galopante, no es algo que ocurrió.
Es imposible competir con medios humanos básicos a la tecnificación de las actividades productivas y la globalización del comercio.
El sistema burocrático hace el resto.
Como única nota positiva nos queda la capacidad de regeneración natural de los bosques.
Muchas décadas sí, pero volverá su esplendor.

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Greenpeace España 17/09/2021

😊

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