Hace unos días estuve en los campamentos de Greenpeace. Tras veinte increíbles años de campamentos, estoy seguro de que este será el primero de otras dos apasionantes décadas más que recorrer. Compartí una jornada completa con el equipo que los hace realidad cada año.

Este año fui a Ponteume en A Coruña. Un lugar que era familiar para mi, no sólo porque ya se han realizado varios campamentos allí, sino porque hace 25 años nacía la campaña de bosques de Greenpeace y la primera reunión internacional se celebró en Oleiros, un pueblo costero muy cerca de aquí. Durante el transcurso de esa reunión, los que participamos en ella fuimos invitados a visitar Las Fragas do Eume, un lugar con una belleza natural superlativa. En aquellos momentos no era parque natural como en la actualidad y estaba seriamente amenazado por las plantaciones de eucaliptos que avanzaban inexorablemente ladera abajo hacia el río. Y allí hicimos la primera acción de protesta global en apoyo de la lucha que se estaba desarrollando para reclamar su protección. Posteriormente tuve el privilegio de vivir, en vivo y en directo, el proceso de declaración de este espacio protegido.

Y hasta allí llegué, una vez más el jueves pasado, en el Albergue de Alvarella, situado a medio camino entre el bosque y el valle. El albergue no es solo un alojamiento, es también un centro de aprendizaje y de iniciación a la cultura medioambiental, incorpora soluciones constructivas bioclimáticas y ecológicas, con aprovechamiento de la energía solar, eólica y geotérmica. Serían las 11 de la mañana y ya estaban desarrollando las actividades a pleno rendimiento.

Distintos grupos preparaban performances con las que explicar, desde distintas perspectivas, a favor y en contra, las campañas que Greenpeace está desarrollando en estos momentos. Energías renovales vs nuclear y carbón, la invasión del plástico en nuestra vida cotidiana, el modelo de consumo, …. Me senté a junto a las chicas y chicos que participan en el campamento en el momento de la puesta en común de las representaciones que habían preparado. Se les veía entusiasmados, a la vez que mostraban cierto nerviosismo a la hora de exponer en público lo que habían preparado.

Les escuché y aprendí mucho de ellos y ellas. Me llevé un par de folios con anotaciones muy interesantes: Cómo perciben nuestras campañas, cómo las explican, cuáles son sus valores, los canales por los que reciben y comunican la información. Fue un inmenso honor comprobar cómo las generaciones venideras se comprometen con la defensa del planeta y la paz. Son una generación digital, que ve el mundo desde otra perspectiva pero con valores compartidos con una generación, la mía, que nació analógica.

Youtube, Instagram, redes sociales varias. La radio y la televisión las ven como algo lejano, lento y aburrido, no va con ellos. Prima la imagen, lo concreto, huyen de los circunloquios y las explicaciones largas y tediosas. Diseccionan la realidad con la precisión de un bisturí, a pesar de su corta edad, están muy preparados e informados. Están creando su propio relato, un relato contundente y esperanzador. Lo digo, pensando en aquellos y aquellas agoreras que gastan ríos de tinta y de saliva tratando de presentar una juventud, apática y pasiva pero se olvidaban de esta otra juventud: activa, con valores, solidaria, luchadora.

El día acabó con un espacio para conversar, sentados alrededor de la piscina, y donde me preguntaron sobre diversos temas relacionados con la organización para ver si estaban o no en lo cierto. Y como me temí desde el principio, esta acabó con todas y todos en el agua en un refrescante final de mañana. Pasé un día inolvidable, refrescante y cargado de energía positiva. Muchas gracias al estupendo equipo de monitores y a esta juventud de la que tanto he aprendido.