Tal como hemos podido apreciar a través del rescate de la memoria de estas cuatro décadas de movilización y activismo medioambiental y pacifista, nuestro marco de convivencia democrática no sólo ha quedado reflejado en textos legales, sino que se ha forjado a través de tantas personas que hicieron del amor a la tierra y a su gente, una vida de compromiso.
Es responsabilidad de todas y todos preservarlo y mejorarlo. Y precisamente por eso, como organización abiertamente pacifista y radicalmente democrática, además de continuar expandiendo ese horizonte a través de la protesta pacífica y la acción directa noviolenta, queremos compartir algunas propuestas que, en nuestra opinión, pueden contribuir a tal fin.
#1
Garantizar derechos y libertades
Acallar la protesta es encerrar la conciencia de la democracia. Necesitamos un marco legal que garantice los derechos fundamentales para poder defender el medio ambiente y la paz. Esto implica la derogación inmediata de la Ley Mordaza, que en nombre de la “seguridad ciudadana” ya ha recaudado cerca de 300 millones de euros en sanciones. Pero también la de los artículos del Código Penal que dificultan gravemente el ejercicio de la libertad de expresión.
#2
Transparencia y buen gobierno
Aristóteles definió la demagogia como la corrupción de la democracia. Queda mucho camino por recorrer aún en materia de acceso a la información y rendición de cuentas por parte de las instituciones públicas. España ha logrado en 2018 su peor récord en el ranking de corrupción de Transparencia Internacional, referente mundial en la materia. Además, estamos en la cola de Europa en legislación de protección de denunciantes, personas que arriesgan su trabajo o su integridad para desvelar tramas de corrupción. Mientras tanto, ya existen iniciativas ciudadanas para facilitar esta imprescindible labor: en Greenpeace formamos parte de filtra.la, una plataforma independiente de denuncia ciudadana a través de la cual cualquier persona puede revelar información de interés público de manera segura y anónima.
#3
Participación ciudadana
La mayoría de sociedades en todo el mundo reclama hoy una implicación mayor en los asuntos públicos. Los actuales avances en tecnologías de la información ponen al alcance de las instituciones la posibilidad de implementar frecuentes iniciativas de debate y mecanismos de consulta pública. Por otro lado, la escala local es clave para la gobernanza democrática de los asuntos cotidianos: así, la promoción de presupuestos participativos y otro tipo de herramientas municipales de consulta pueden redundar muy positivamente en la implicación de la ciudadanía en asuntos que le afectan de forma directa.
#4
Educación en valores democráticos
La escuela es la institución de reproducción social por antonomasia, un lugar idóneo para transmitir no sólo conocimiento, sino pensamiento crítico y conciencia democrática. Por ello, además del trabajo en convivencia, tolerancia y resolución de conflictos interpersonales, es importante dedicar espacio en el currículo educativo a tratar en profundidad los retos de la actualidad y los errores del pasado, para prevenir actitudes antidemocráticas que pueden surgir en momentos de crisis.
#5
Diálogo y cultura de paz
En tiempos de campaña electoral permanente, es preciso apelar a la responsabilidad de la clase política, que debería mantener la altura de miras necesaria para anteponer la promoción de la convivencia pacífica en el presente y el futuro, frente a discursos que contribuyan a promover el odio y la polarización social. De la misma manera, por la enorme influencia que ejercen en la conformación de la opinión pública, los medios de comunicación han de encarar el reto de ejercer de garantes de la información contrastada y veraz, a modo de cortafuegos frente al inquietante fenómeno de las fake news.
#6
Recuperar la memoria
Los conflictos sociales, como los personales, sólo pueden superarse si se trabajan. Cerrarlos en falso es una garantía de que vuelvan a aparecer en los momentos más inoportunos. Se trata de un camino que otros muchos países ya han recorrido con éxito. Para ello, es imprescindible recuperar la memoria de lo sucedido e implementar un adecuado proceso de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Como dijo la activista afroamericana por los derechos civiles Maya Angelou, “no hay peor agonía que llevar con nosotros una historia que no ha sido contada”.
#7
Justicia social
Tras el último gran ciclo de crisis, las desigualdades sociales han sufrido un incremento dramático. El 20% de la población con más recursos tiene más de 6 veces más que los que tiene el 20% con menos, y más de un tercio de la población infantil se encuentra en riesgo de pobreza. Nuestra propuesta para blindar los derechos sociales pasa por una reforma del artículo 53 de la Constitución, con el objetivo de elevar a la categoría de fundamentales los derechos a una vivienda digna, a un sistema universal de salud o a un medioambiente adecuado. Proponemos, además, explorar medidas como la Renta Básica Universal, que cuenta con el apoyo del Consejo de Europa “para asegurar una vida digna a los ciudadanos, en un contexto en el que los estándares de vida surgidas de la post-crisis no están en disposición de garantizar ni de proteger la dignidad y la autonomía de las personas”.
#8
Justicia climática
Cada año, hasta cuarenta millones de personas se ven obligadas a migrar forzosamente debido a inundaciones, sequías o fenómenos meteorológicos extremos ligados al calentamiento global. Según la ONU, en el año 2050 habrá ya 200 millones de desplazados en todo el mundo por el impacto del cambio climático. La globalización ha convertido el planeta en una aldea global, y no es coherente acaparar los beneficios sin asumir los impactos que este modelo de desarrollo tiene sobre la vida de millones de personas en todo el planeta. Las urgentes medidas de reducción de emisiones deben ir acompañadas de otras que aseguren una transición ecológica justa, especialmente con las poblaciones más vulnerables. Ello implica elaborar una política internacional en relación a los refugiados climáticos: la acogida de personas migrantes, desplazadas y refugiadas no es un ejercicio de buenismo, sino un imperativo de coherencia moral y justicia global.
#9
Sin feminismo no hay democracia
El capitalismo y el patriarcado han caminado siempre de la mano, de forma que la explotación de la naturaleza y la subordinación de las mujeres están íntimamente relacionadas. Como dijo Petra Kelly, “hay una relación clara y profunda entre militarismo, degradación ambiental y sexismo. Cualquier compromiso con la justicia social y la no violencia que no señale las estructuras de dominación masculina sobre la mujer será incompleto”. Para revertir esa lógica, la perspectiva ecofeminista ofrece herramientas de análisis y propuestas de acción para erradicar las desigualdades de género y cuidar la relación del ser humano con los ecosistemas. En clave democrática, es imprescindible incorporar las “gafas moradas” a la mirada sobre nuestras sociedades. Solo así podremos poner soluciones a las desigualdades de género y reducir la brecha existente. Esto debería plasmarse, en primer lugar, en la promoción de políticas que luchen contra la discriminación de las mujeres y la violencia machista.
#10
Piensa globalmente, actúa localmente
El viejo eslogan de la Cumbre de Río de 1992 está hoy más vigente que nunca. Frente a un planeta que se enfrenta a sus límites, un modelo económico que concentra el poder y esquilma los recursos naturales y unos sistemas políticos crecientemente autoritarios que dificultan las posibilidades de cambiar lo anterior, la sociedad civil es, en última instancia, la salvaguarda de la propia democracia. Invitamos a toda la ciudadanía a mantener una mirada crítica frente a los retos civilizatorios que tenemos delante, así como a promover una participación activa en comunidades, asociaciones y movimientos sociales emancipadores, que han servido históricamente de antídoto frente al auge de los fascismos.