Ya hemos visto hasta qué punto los nitratos son un problema para el medioambiente y para la salud humana, pero es que, para colmo, son un verdadero desastre económico para el propio sector agrícola y para otros sectores económicos que necesitan aguas de calidad, como el turismo o la pesca.
¿Cómo un nutriente que debería ser beneficioso acaba siendo un despilfarro? Básicamente porque vertemos tantísimos nitratos en nuestros campos que los cultivos no pueden absorberlos todos: literalmente una ingente cantidad de abonos y fertilizantes se va “por el desagüe” y, claro, termina en los acuíferos, contaminándolos. Según diferentes análisis recogidos por la Comisión Europea, aproximadamente la mitad del nitrógeno de estiércol y fertilizantes que se aplica en los campos de Europa se pierde en el medioambiente circundante. En otras palabras, la mitad del coste de esos abonos no sirve para nutrir pastos o cultivos, sino que es dinero que el sector agropecuario tira por el sumidero. En el caso de la ganadería industrial, se están convirtiendo los campos agrícolas en auténticos vertederos, donde las empresas se deshacen de las ingentes cantidades de excrementos generados. La intención no es abonar los cultivos, es deshacerse de estos residuos, no importa cuáles sean las consecuencias.
En términos económicos, según las mismas fuentes de la CE, este desfalco equivale a unas pérdidas de beneficios potenciales de entre 13.000 y 65.000 millones de euros al año. Para poner semejante cifra en contexto, baste decir que el presupuesto de todas las ayudas europeas de la Política Agrícola Europea (PAC) es de unos 53.000 millones para 2022.
Por otro lado, las afecciones de los nitratos para la salud humana, principalmente por la contaminación de agua potable o aguas costeras, tienen un impacto económico para el agua de consumo humano y para comunidades costeras con intereses pesqueros o turísticos.
Bruselas estima que todos los costes medioambientales causados por culpa de las aportaciones excesivas de nitratos en Europa rondan una horquilla escalofriante: entre 70.000 y 320.000 millones de euros anuales. Esta cifra es, con diferencia, muchísimo más elevada que el coste de corregir este problema en su origen y, como siempre, no paga quien contamina, sino que socializamos el coste, paga toda la sociedad.