Tras analizar la gestión de la cuenca del Segura durante años, en Greenpeace hemos llegado a la conclusión de que para llegar a esta situación, hay una serie de elementos que son necesarios y que están perfectamente identificados.
No es posible pensar en los peces muertos y demás seres vivos del Mar Menor sin pensar en todos los elementos que han propiciado su muerte y sin los cuales no se habría dado la situación. Quizás sea esta una de las claves por las que cuesta tanto que se ponga fin a los problemas del agua a día de hoy en España, porque todo está perfectamente enrevesado y no reestructurar la situación solo supone poner parches, como la ley de protección del Mar Menor (Ley 3/2020, de 27 de julio, de recuperación y protección del Mar Menor), que no contribuyen a cambiar las cosas: todo el mundo tiene algo que perder, aunque el medioambiente y la gente tenga mucho que ganar.
Es comprensible que quien invierte en agricultura en una zona y solo espera que esa operación le ofrezca rentabilidad durante unos años para luego marcharse no se preocupe demasiado del futuro, pero resulta más sorprendente que las personas que viven del campo y la clase política regional no se preocupen por el futuro de esa tierra y esos recursos como el agua, que está siendo literalmente destruida, matando así la gallina de los huevos de oro y quitando a las generaciones futuras la posibilidad de vivir de forma digna del campo.