En la provincia de indonesia de Kalimantan, Ramlitun, 43 años, cazador y granjero, es miembro de los Dayak Basap, un grupo indígena de Borneo, la isla más grande de Asia. Su comunidad lleva siete generaciones viviendo en una franja de 300 kilómetros de exuberante selva. Como él, medio millar de residentes de su pueblo en Keraitan, al este de la isla, no tenían ninguna razón para irse; de hecho, según su cultura, no pueden abandonar sus tierras sin el permiso de sus antepasados. “Cuando yo muera y entre en el mundo espiritual mis antepasados me preguntarán si protegí la patria”. Hasta hace poco vivían de la caza de ciervos y jabalíes, cultivaban arroz y verduras en un suelo muy fértil. Pero ahora está en peligro por la expansión de la minería.
Ramlitun, 43 años, cazador y granjero, es miembro de los Dayak Basap, un grupo indígena de Borneo. Foto JATAM
En los últimos quince años, la producción de carbón de Indonesia ha aumentado exponencialmente y se ha posicionado como uno de los mayores exportadores de carbón a nivel global y como el mayor exportador de carbón bituminoso. Esta expansión se ha desencadenado, al menos en parte, por un crecimiento caótico en la concesión de licencias para nuevas minas de carbón, a raíz del despliegue de la “Agenda de descentralización” del Gobierno de Indonesia. La rápida y desestructurada expansión trajo consigo una serie de problemas, como la corrupción desenfrenada, la minería ilegal, la deforestación, reclamaciones de tenencia de tierras, preocupación respecto de la explotación desmedida de los recursos y esterilidad de las tierras.
“Hay dos provincias en Indonesia volcadas con el carbón: Sumatra y Kalimantan. En prácticamente todas las regiones de Kalimantan hay explota-ciones mineras y casi todas las comunidades se ven afectadas por las minas”, explica Alwiya Shahbanu, activista de la JATAM, una organiza-ción con sede en Yakarta que hace incidencia política contra los desmanes de la minería en el país. Es la organización que apoya y de Ramlitun y sus vecinos.
“Las comunidades afectadas no sabían nada sobre la capacidad destructiva de las minas de carbón. Muchas de las empresas empezaron a explotar el carbón y las que se reunieron con las comunidades nunca les hablaron de los daños sólo les hablaron de que las minas les iban a dar trabajo y bienestar”, asegura Shahbanu.
Aproximadamente el 43% por ciento de la superficie Kalimantan Oriental, que representa una gran parte de Borneo, ha sido entregada a em-presas mineras, según JATAM. El papel de la sociedad civil es clave contra las empresas. “La mayoría de las comunidades se organizan por sí solas contra las minas, otras se apoyan en organizaciones no gubernamentales locales, pero la mayoría pierden su lucha contra las minas”, concluye Shahbanu.
Ramlitun y su comunidad se encuentran rodea-dos por Kaltim Prima Coal, una de las empresas más grandes del mundo en operaciones de mi-nería de carbón a cielo abierto, que se ha arrastrado constantemente hacia sus hogares. Hace diez años, se vieron obligados a abandonar su pueblo ori-ginal más adentrado en la selva después de la llegada de una mina. Ahora, una vez más se enfrentan a una elección agónica. Si se quedan, los impactos de la mina solo empeorarán. Kaltim Prima Coal arroja desechos, incluidos los pesados metales como el plomo, directamente en los dos ríos, destruyendo fuentes de agua dulce, matando peces y rendimientos de cultivo decrecientes, según JATAM.
Como en otras partes del mundo la balanza de poder contra las comunidades se inclina hacia las empresas con la violencia y la ayuda de las autoridades que, una vez más solo ven desarrollo económico. “Hay muchas violaciones de los derechos humanos, cuando se oponen a las em-presas mineras son criminalizados, tienen que aguantar las contaminación del agua y la comida, hay pérdidas de casas y tierras. Las autoridades gubernamentales apoyan a las empresas a las que protegen con policía y el ejército y los usan contra las comunidades”, explica la activista de JATAM.
Como señala el informe Carbón y Derechos hu-manos otro impacto negativo de la minería en las comunidades afectadas incluye la discriminación de género, relacionada con la disminución de las oportunidades de medios de vida basados en el trabajo tradicional de la tierra (cultivos, arados, siembras, agricultura en general), que conducen a una reducción del estatus de las mujeres dentro de la familia y la sociedad, al tiempo que aumentan sus cargas de trabajo y su dependencia económica. La minería ha transformado en gran medida las formaciones sociales y económicas originales, lo que resulta en cambios significativos en las formas o medios de vida.
Las mujeres, que son las custodias de las viejas costumbres en la mayoría de las culturas locales, generalmente se encuentran en una gran desventaja con tan rápidas transformaciones. Su capacidad económica se ve erosionada, y también tienden a quedarse atrás en el momento de aprovechar las ganancias de oportunidades económicas.
Las mujeres también internalizan este cambio de rol de género, y se encuentran en una situación de pérdida para hacer frente a su estatus bajo. Los ingresos han aumentado indudablemente con la minería, por compensación, por trabajo o por negocios, pero en su mayoría son los hombres los que acceden a ellos y los controlan, lo que da como resultado despilfarro de dinero, interrupciones en la vida familiar expresadas en el aumento de visitas a prostitutas y toma de múltiples esposas o amantes, abandono y violencia doméstica.
Todo lo anterior es consecuencia de la falta de diversificación en la oferta laboral de las economías que giran en torno a la minería de carbón, en la que no hay cabida para el crecimiento y desarrollo económico de las comunidades fuera del ofrecido por las compañías mineras. Esto genera a su vez que las poblaciones cercanas a las minas se vean en la obligación de desplazarse a las urbes como consecuencia de la contaminación y de la falta de oportunidades para desarrollar otro tipo de actividades que no estén relacionadas con la minería. En las zonas urbanas, los cambios en las estructuras económicas generales implican un aumento del crimen y la violencia en la comunidad, aumento del alcoholismo y disminución de la cohesión familiar, aumento de la violencia contra las mujeres dentro del hogar y en las calles, como una expresión de la frustración de los hombres por no poder hacer frente a los cambios.