La agroindustria impone su narrativa en la COP28, pero una transición justa está en nuestras manos
Si no has seguido los avances en materia de alimentación y agricultura en la COP28, es posible que no sepas que la COP de este año ha sido denominada como la primera “COP Alimentaria».
Los sistemas alimentarios son responsables de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) y rara vez se someten a escrutinio. Pero, por fin, las emisiones relacionadas con los alimentos están bajo el foco de atención en las negociaciones climáticas anuales, para así poder complementar las acciones encaminadas a la tan necesaria eliminación gradual de los combustibles fósiles.
Una instantánea rápida: 57% de los GEI asociados a la producción agroalimentaria son causados por la ganadería. La producción ganadera es responsable de aproximadamente el 32% de las emisiones de metano, un gas de efecto invernadero supercalentador que es 80 veces más potente que el dióxido de carbono en un período de 20 años. Reducirlo en los próximos siete años nos brinda una oportunidad real de frenar y limitar el caos climático.
Así que pensarías que las empresas cárnicas y lácteas que provocan estas emisiones a escala industrial deberían sentir la presión en la “COP Alimentaria”. Pues no. En lugar de eso, esta COP les está dando un altavoz para que insistan en por qué se les debería permitir continuar con sus actividades dañinas.
Cómo funciona la industria agropecuaria en la COP
Las reuniones multilaterales como la COP están cada vez más contaminadas por intereses empresariales que hacen anuncios de alto perfil e iniciativas climáticas en reuniones paralelas, pero que están plagados de lavado verde. Esta tendencia se justifica por el llamado “multipartidismo”, un enfoque para la formulación de políticas que permite a las empresas participar en los procesos de toma de decisiones, incluso cuando surgen conflictos de intereses entre la acción climática y los intereses económicos de las corporaciones. Como resultado, el alcance de las soluciones se reduce inevitablemente hacia soluciones favorables al mercado e iniciativas voluntarias en lugar de medidas sólidas que involucren regulaciones estatales.
Se ha documentado ampliamente que la industria del petróleo y el gas utiliza esta táctica mediante su infiltración en reuniones climáticas, tratando, en definitiva, de alejar a la comunidad global de una acción útil y significativa. Y ahora, la industria agropecuaria (las grandes corporaciones del agro negocio que ejercen un poder enorme en el sistema alimentario) está usando exactamente esta misma táctica. En la COP28, la agroindustria está haciendo todo lo posible para dominar la narrativa sobre la transición de los sistemas alimentarios. Las corporaciones multinacionales de alimentos encabezan numerosos eventos, pabellones patrocinadores, e incluso están trabajando en estrecha colaboración con la Agenda de la Presidencia de la COP28 sobre Sistemas Alimentarios. Su lema parece ser: cuanto más en el centro de atención, mejor.
Las soluciones que promueven se centran principalmente en impulsar el secuestro de carbono a través de la «agricultura regenerativa» y mejorar la innovación agrícola para una mayor eficiencia. Ninguno de estos enfoques plantea una reducción en los niveles de producción, ninguno de ellos pone en duda el modelo destructivo de agricultura y ganadería industriales de las grandes empresas agrícolas que está poniendo en riesgo el sistema alimentario global.
La “COP Alimentaria” pone acertadamente el foco en el vínculo entre la producción de alimentos y el clima. Pero es impensable que los mayores emisores de ese sector, escondidos a plena vista, lleguen a dirigir el espectáculo. Algunas de las empresas involucradas forman parte de un grupo de 15 empresas cárnicas y lácteas que en conjunto se estima que tienen una huella de metano tan grande como la de Rusia, Canadá, Australia y Alemania.
Aunque la transición del sistema alimentario no forma parte de las negociaciones de este año, el espacio otorgado a la narrativa de las grandes corporaciones agrícolas sobre este está prácticamente en todas partes (especialmente en comparación con el espacio otorgado a los pequeños agricultores y ganaderos, los pescadores y los pueblos indígenas) lo que significa que harán que dominen la narrativa sobre falsas soluciones a las emisiones del sistema alimentario. No debemos permitir que esto suceda.
La acción que necesitamos
El hecho de que las grandes empresas agrícolas estén controlando la narrativa en la COP no significa que se haya acabado el juego. Una vez que terminan las conferencias internacionales sobre el clima, los políticos se van a casa, y ahí es cuando comienza el verdadero trabajo sobre los sistemas alimentarios.
Para que la necesaria y urgente transformación se convierta en realidad, los líderes deben ir más allá de la retórica de las grandes empresas agrícolas y planificar una transición justa que tenga en cuenta el sistema alimentario en su conjunto. Los gobiernos también deben incluir a organizaciones de la sociedad civil, grupos de consumidores, pueblos indígenas, científicos y, por supuesto, agricultores y ganaderos, para trazar un rumbo que se aleje de la agricultura y ganadería industrial que destruye el planeta.
Los responsables de la toma de decisiones deben adoptar soluciones ambiciosas y fijarse objetivos específicos para otros GEI, como el metano o el óxido nitroso. Un punto de partida esencial es detener la proliferación de nuevas macrogranjas. Dónde existan patrones de consumo excesivo de carne y productos lácteos (predominantemente en el Norte Global), los países deben moldear los entornos alimentarios para alentar a grandes segmentos de la población a cambiar sus dietas e incluir más alimentos de origen vegetal y menos alimentos de origen animal. Esto debería ir de la mano de planes concretos para una transición justa para los ganaderos que están atrapados en una relación de explotación con las grandes empresas cárnicas, lácteas y de huevos, a través de un cambio en los subsidios para apoyar una transición hacia la agroecología y para que se alejen así de la ganadería industrial y sus macrogranjas. Necesitamos comunidades rurales vivas con más granjas y menos ganado para beneficiar la biodiversidad y el clima.
Es alucinante que el destino de los alimentos pueda estar tan profundamente controlado por las grandes corporaciones. La forma en que producimos alimentos nos afecta a todas las personas y no podemos permitir que soluciones propuestas a puerta cerrada dicten cómo nos alimentamos y qué ponemos en nuestras mesas.
Sophie Nodzenski es la responsable de alimentación y agricultura en Greenpeace Internacional.
Comentarios
Estoy de acuerdo con vosotros. Pero opino que no enfocais bien el problema. Los granjeros no son el problema. Nosotros somos el problema. Mientras haya hiperdemanda habrá macrogranjas. Las grandes superficies son las que se llevan la pasta, los granjeros y ganaderos pierden dinero a espuertas,aquí en España. Es difícil, nos han educado con el culto a la carne. Que destroza el sistema hepático. En fin, animo
No encuentro cómo poner las mediciones de NITRATOS en el agua de consumo.
En el pueblo DE MAZARRÓN(Murcia) el resultado es NEGATIVO. EL AGUA de consumo está bien, aunque hay mucha agricultura e invernaderos alrededor