Una mirada Ecofeminista a la catástrofe del COVID-19
Nos encontramos en una situación sin precedentes y desde Greenpeace estamos tomando todas las medidas de precaución para contribuir a frenar la expansión del COVID-19, conscientes de la importancia de cortar la cadena de transmisión. En estos momentos tan complicados queremos poner en valor la importancia de los cuidados, los grupos de apoyo y la necesidad de políticas públicas que pongan en el centro la vida y el bien común.
El ecofeminismo es más que nunca la respuesta ante una situación que nos cuestiona el modo y las formas de vida. Una pandemia que evidencia la interdependencia entre personas y países, la necesidad de una red de cuidados, de cambiar y no repetir errores del pasado. Estamos rompiendo las bases de un sistema que se ha mantenido alimentando una gran injusticia social y llevándonos a un ecocidio planetario. Sin duda, ahora estamos colocando unos cimientos ecofeministas, y tenemos el reto de construir desde sus propuestas conciliadoras y la internalización de todos los costes invisibles que han soportado parte de esta crisis.
Aquí y ahora, el confinamiento por el COVID-19 ha roto la invisibilidad en la que vivían las 40.000 personas sin hogar de nuestro país. No podemos ignorar a las personas migrantes que piden refugio mientras se cierran fronteras y a las personas mayores que padecen la epidemia en soledad. Hay muchos colectivos vulnerables a los que hay que prestar especial atención y que pueden verse aún más en peligro durante estas semanas. Como las mujeres prostituídas, o personas cuya precariedad laboral puede llegar a hundirse: las trabajadoras del hogar, las kellys, las mujeres migrantes que hacen la temporada de la fresa en condiciones de explotación, o cuidadoras que tienen las condiciones más precarias (sueldos bajos y economía informal). Y en la punta del iceberg, la violencia machista. No podemos dejar solas a las mujeres que sufren violencia y están confinadas con su maltratador. Esta catástrofe está destapando los horrores del sistema en el que vivimos y ahora que nuestro ritmo de vida ha parado, podemos escucharlo y actuar.
¿Y nuestros niños y niñas? hay siete millones de menores en nuestro país pero han sido invisibilizados en esta crisis, a pesar de haber llenado de arcoiris y esperanza nuestras ventanas y balcones. No pueden ir a la escuela, correr, subir montañas, trepar árboles, jugar al aire libre, abrazar a sus abuelos y abuelas… Y quienes viven en entornos con violencia ahora no tienen ningún escape para poder sonreír. Se ha creado el hastag #Coronainfancias y se está trabajando por sus derechos, principalmente en los casos de mayor vulnerabilidad. Se merecen un futuro con aire limpio, paz, sanidad, educación y millones de abrazos.
Estos días han surgido numerosas iniciativas que contribuyen a construir una sociedad de cuidados y cercanía que no podemos perder: grupos de apoyo, redes de cuidados en los barrios, apoyo a la economía de proximidad y al sector primario, redes de costura en colaboración con centros sanitarios e iniciativas de fabricación de material sanitario como respiradores y máscaras, entre otras.
Aplaudimos y damos las gracias por las ventanas todos los días porque no nos olvidamos de quiénes, entre otras, salvan y sostienen la vida: limpiando hospitales y creando otros nuevos, reponiendo supermercados, recogiendo la basura, trabajando el campo o vendiendo fruta sin ningún traje de seguridad.
Este periodo de reflexión obligado es una oportunidad para tener un futuro que merezca la pena ser vivido, abrir un ciclo de esperanza para toda la humanidad y empatizar con aquellas partes del planeta que vienen sufriendo el sistema extractivista desde hace mucho tiempo a costa de nuestros privilegios. Es momento de aprender que es una crisis del sistema que va en contra de la vida y llevarnos aprendizajes antes de que sea demasiado tarde. Al fin y al cabo, el cambio climático ya ha cambiado la forma de vivir de miles de personas y la pérdida de vidas por sus consecuencias aumenta cada día. Sobra esperanza, empatía e iniciativas para que después de esta distopía, pongamos en marcha todo el aprendizaje y el activismo para cambiarlo todo. No lo vamos a olvidar cuando esto pase porque es un problema del sistema y seremos activistas desde el desayuno.
Hemos demostrado que poner en el centro la vida, no es una utopía, es justicia.
Comentarios
Las mujeres que suerte formar parte de ellas, las que cuidan,lavan,cocinan las que siempre tienen esa sonrisa a pesar de todo.
Nosotras si, nosotras las que informamos a plena voz, investigamos y somos capazes de convivir con las peores situaciones a pesar de todo, siempre tenemos tiempo y mucho para nuestros seres mas queridos.
Mujeres siempre Valientes y luchadoras
:)
Me encanta lo de millones de abrazos a la infancia.
Y un cambio de sistema de la rapiña y el dinero a espuertas de unos pocos milmillonarios (que dice Mugica) a rescatar un sistema solidario y de cuidados y solidaridad mutua.
Este sistema o es más humano, ecofeminista y pacifista o volveremos al desastre total.
¡¡¡AMA LURRA - MADRE TIERRA Y LA HUMANIDAD NOS LO MERECEMOS!!!
:)
No podemos salir de esta sin un cambio fuerte en nuestras vidas. Hay que luchas pro reducir el uso del coche y por concienciar que no necesitamos tanto consumo para ser feliz, al revés, el consumo nos atenaza.
¡Hay que conseguir el cambio!
Una buena demostración de cómo el ecofeminismo nos ayuda a pensar y nos aporta soluciones.
Muy interesante y muy realista.
Muchas gracias Pilar