En diciembre de 2018 la Constitución cumple 40 años. Repasamos los movimientos ecologistas y pacifistas que han contribuido a la democracia en este tiempo.
Vivimos una época en la que enfrentamos retos que afectan al conjunto de la humanidad. Las continuas recesiones económicas, el imparable avance del cambio climático, la contaminación de la tierra, el aire y el agua, o el agotamiento de recursos que alimenta conflictos geopolíticos a lo largo de todo el planeta, dibujan un escenario de crisis civilizatoria, consecuencia del choque de la acción humana con los límites biofísicos del planeta. Y todo ello en un contexto en el que las democracias son cada vez menos capaces de promover consensos, contrarrestar enfrentamientos e imaginar soluciones.
Como reacción ante estas vertiginosas transformaciones, están surgiendo recetas de corto recorrido, que responden con un análisis simplificado y aportan soluciones basadas en el discurso del miedo, del odio y la polarización social, que tratan de apuntalar un modelo que ya no se sostiene, y que excluye a un porcentaje cada vez mayor de la población. Esta es la estrategia que ha llevado al poder a gobiernos autoritarios de corte neoliberal como los de Trump o Bolsonaro, y a cuya tendencia Europa no es en absoluto ajena: basados en principios xenófobos, ultranacionalistas o reaccionarios, el auge de los populismos de extrema derecha en Hungría, Polonia, Austria, Italia, Francia, Suiza o Dinamarca amenaza con despertar las peores pesadillas grabadas en la memoria del siglo pasado.
Así, a las cada vez más recurrentes crisis en todos los órdenes, se une una creciente crisis de valores democráticos. Nos encontramos ante una situación sin precedentes de pérdida de derechos y libertades a nivel mundial, en la que los derechos humanos tienen cada vez un valor más relativo y la propia comunidad internacional es incapaz de evitar su constante atropello. Las primeras víctimas de esta ola autoritaria son la libertad de expresión y el derecho a la protesta pacífica. La tendencia mundial a la limitación del espacio para la contestación ciudadana es alarmante, y se refleja en situaciones como la criminalización de la actividad de las ONG, la obstaculización de la labor de los periodistas o las persecuciones y asesinatos a quienes defienden la tierra y los derechos humanos.
En este momento de incertidumbre tenemos que seguir reforzando los valores democráticos de nuestra sociedad. Aprovechando el 40 aniversario de la Constitución, repasamos las personas y organizaciones que durante cuarenta años de movilizaciones ecologistas y pacifistas han llenado de vitalidad nuestra democracia y proponemos un decálogo para que se siga afianzando en el futuro.