Los ecosistemas presentes en los pueblos de todo nuestro territorio pueden actuar como sumideros de carbono. Sin embargo, si los destruimos o hacemos una mal uso del suelo, el efecto será el contrario: se convertirán en fuente de carbono a la atmósfera. Por ello la gestión del territorio puede agravar la crisis ecológica o convertirse en parte de la solución.
Desde la revolución industrial hasta nuestros días la concentración atmosférica de CO2 ha aumentado de 280 a 384 partes por millón (ppm). Actualmente las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando y, en los últimos años, además ha aumentado la concentración de CO2 en la cantidad total de emisiones. Esto supone que los sumideros naturales ya no son tan capaces de secuestrar el carbono y están reduciendo su capacidad para actuar como tal.
El papel central de ecosistemas como bosques, pastos y humedales en el ciclo del carbono y, por tanto, en la magnitud y el alcance del cambio climático, así como su vulnerabilidad frente a la destrucción por diversas actividades humanas, hace que sea imprescindible su protección y conservación.