COP30: 4 acciones urgentes por el clima y la Amazonía
El 2025 se perfila como uno de los años más calurosos de la historia, mientras los gobiernos están reunidos en Belém para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30). Esta conferencia será una prueba decisiva del compromiso global para mantener el planeta dentro del límite de 1,5 °C.
Celebrada en el corazón de la Amazonía, la COP30 tiene un enorme peso simbólico y político. La Amazonía no solo es la selva tropical más grande del mundo, sino también uno de los reguladores climáticos más importantes. Proteger esta región es esencial para limitar el calentamiento global y preservar la vida en la Tierra.
Casi llegando al ecuador de la COP30, Greenpeace insta a los gobiernos a convertir sus promesas en acciones concretas mediante una agenda forestal y climática ambiciosa que priorice a las personas, la justicia y el planeta. Estas son las cuatro grandes causas por las que Greenpeace lucha en Belém y no solo allí.
1. Un plan de acción forestal mundial para poner fin a la deforestación y al colapso de los ecosistemas
La Amazonía y otros ecosistemas críticos están llegando a puntos de inflexión que podrían desencadenar una crisis climática irreversible. Greenpeace exige un plan de acción forestal global para poner fin a la deforestación y la degradación a más tardar en 2030. Los gobiernos deben comprometerse con detener la deforestación y la pérdida de ecosistemas y la protección total de los territorios indígenas.

La agricultura industrial, la minería y la tala siguen provocando la destrucción de los bosques a un ritmo alarmante. Empresas como el gigante cárnico JBS, líder mundial en su sector, deben rendir cuentas por la sustitución de bosques por pastos para el ganado para mantener sus cadenas de suministro. Asimismo, las instituciones financieras que financian estas actividades deben someterse a regulaciones vinculantes para dejar de respaldar la destrucción ambiental.
Proteger y restaurar los bosques es una de las maneras más efectivas y asequibles de reducir las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, proteger la biodiversidad y salvaguardar los medios de vida de los pueblos indígenas. Un planeta habitable depende de ello.

A pocos kilómetros de las siete aldeas —donde viven unas 250 personas— la minería ilegal se expande por casi la mitad del territorio, destruye el entorno e imposibilita el modo de vida tradicional de los Nambikwara, ignorando por completo sus derechos. © Fabio Bispo / Greenpeace
2. Una respuesta contundente a la brecha de ambición de 1,5 °C, que incluya una transición rápida y justa para abandonar los combustibles fósiles
El último Informe sobre la Brecha de Emisiones 2025 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) concluye que los nuevos compromisos climáticos nacionales apenas han reducido el aumento de temperatura proyectado para este siglo, dejando al mundo en camino hacia un calentamiento de entre 2,3 °C y 2,5 °C. Según las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) del Acuerdo de París, esto está muy por encima del límite seguro de 1,5 °C.
La industria de los combustibles fósiles es la principal responsable de esta crisis climática. En todo el mundo, las comunidades sufren los efectos de eventos meteorológicos extremos agravados por el cambio climático: olas de calor más prolongadas, inundaciones sin precedentes, tormentas devastadoras e incendios forestales incontrolables.Estos fenómenos destruyen vidas, hogares y ecosistemas, y la evidencia científica es clara: los combustibles fósiles son la causa, debemos dejar de subsidiarlos con dinero público y deben pagar por la crisis climática que han provocado.

A pesar de ello, las grandes corporaciones petroleras, gasísticas y carboneras, junto con sus patrocinadores multimillonarios, siguen ejerciendo una influencia perjudicial en las negociaciones internacionales. En la COP30, Greenpeace insta a los gobiernos a comprometerse con un Plan de Respuesta Global que intensifique la acción climática y establezca planes claros para la transición justa hacia energías renovables.
Greenpeace rechaza las falsas soluciones como la compensación de carbono, la captura y almacenamiento de carbono (CAC) o las lagunas legales del concepto de emisiones cero netas, que permiten a las empresas contaminantes retrasar la reducción real de emisiones. Las soluciones que sí funcionan ya existen y la transición hacia un modelo energético 100% renovable avanza. Los pueblos indígenas y las comunidades locales lideran iniciativas exitosas basadas en el conocimiento tradicional y la gobernanza comunitaria.Respetar el límite de 1,5 °C solo es posible con reducciones profundas, rápidas y equitativas del uso y financiación de combustibles fósiles hasta su eliminación completa, el fin de la deforestación y la pérdida de ecosistemas, y garantizando los derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales.
3. Financiación climática y rendición de cuentas: el que contamina, paga
Las comunidades más afectadas por la crisis climática sufren impactos devastadores mientras que las grandes empresas contaminantes siguen lucrándose. La justicia climática exige justicia fiscal y que los principales responsables paguen lo que les corresponde por los daños ocasionados, desde las compañías petroleras y gasísticas hasta los multimillonarios. Según un informe de Oxfam una persona ultrarrica emite un millón de veces más gases de efecto invernadero que un ciudadano medio y, por supuesto, y no paga ni un euro por el daño ocasionado al clima
Greenpeace exige financiación pública adicional para la adaptación climática, la reducción de emisiones y la reparación de las pérdidas y los daños. Los países del norte global deben cumplir de una vez por todas con los compromisos financieros asumidos en el marco del Acuerdo de París.
Los gobiernos, especialmente en el Norte Global, también deben imponer impuestos a las empresas contaminantes para financiar la recuperación y las soluciones climáticas. Un pequeño impuesto a tan solo siete de las mayores compañías petroleras y gasísticas del mundo podría aumentar el fondo de la ONU para pérdidas y daños en más de un 2.000 %. Asimismo, un impuesto justo sobre la inmensa riqueza de los multimillonarios o a los vuelos regulares en clase business podría financiar la prevención de inundaciones, mejorar la calidad del aire, promover ciudades sostenibles y proteger el medio ambiente.El Fondo para Pérdidas y Daños, acordado en la COP28, debe estar plenamente operativo y debidamente financiado en la COP30. La justicia climática no es una cuestión de caridad, sino de equidad y supervivencia.

4. Protección de los pueblos indígenas y de quienes defienden el medio ambiente
En toda la Amazonía y más allá, los pueblos indígenas y las comunidades locales defienden los bosques, los ríos y los territorios de explotación, a menudo con un gran riesgo personal.
El liderazgo indígena es clave para la conservación de los bosques y el mantenimiento de la biodiversidad y el clima del planeta. Reconocer y garantizar los derechos territoriales, el conocimiento y la experiencia de los pueblos indígenas es esencial para la protección de ecosistemas críticos. En la COP30, Greenpeace está colaborando con líderes indígenas para exigir dicho reconocimiento y una mayor protección frente a la violencia y la persecución.

Un punto de inflexión para la humanidad y el planeta
La COP30 debe marcar un avance decisivo que una la acción climática y la protección de los bosques. Es el momento de que los gobiernos se comprometan a poner fin a la deforestación, eliminar gradualmente los combustibles fósiles, garantizar la financiación climática y proteger a quienes defienden la vida en la Tierra.
Desde Belém para el mundo entero, Greenpeace seguirá luchando por un planeta habitable donde prevalezcan la justicia, la biodiversidad y la estabilidad climática.
El límite es 1,5 °C: un objetivo al que no podemos ni debemos renunciar.
La lucha por nuestro hogar común continúa.
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