¿Cuánta publicidad recibimos cada día? Ya sea en la televisión, en la radio, en nuestro móvil y hasta cuando caminamos por la calle, llegamos a recibir hasta 3.000 mensajes publicitarios diarios. Y ahora en días previos a Black Friday ¡imagínate! La mayoría son sobre alimentación, restaurantes, ropa… productos que consumimos de forma más o menos frecuente. Sin embargo, son las marcas de coches las que más invierten en publicidad. Solo en nuestro país la automoción gasta cada año casi 600 millones de euros en anuncios, a pesar de que la gente solo compra un coche una vez cada muchos años. Curioso, ¿verdad?

Obviamente, los fabricantes de coches no invierten toda esa cantidad de dinero pensando en que comprarás su coche nada más ver el anuncio (aunque eso les encantaría). Detrás de cada mensaje buscan construir una identidad ligada a la marca que permita mantener su notoriedad y construir un esquema de valores asociados a ella: modernidad, independencia, libertad, éxito…

La sostenibilidad está cada vez más presente en esos valores, y por eso los coches se muestran cada vez más “limpios”, “eficientes” y “ecológicos”. Todo un síntoma de una sociedad cada vez más consciente del impacto que el automóvil tiene en la salud y en el clima. Desde Greenpeace celebramos que los fabricantes quieran presumir de coches ecológicos pero no podemos olvidar que es el sector de la automoción el que más contribuye a las emisiones. Por ello, como ciudadanía tenemos derecho a recibir la información veraz y objetiva de los coches, y no solo la versión pintada de verde.

Sin embargo, las marcas de coches no están obligadas a informar sobre el nivel de emisiones en sus anuncios. Y cuando aparece, es con un fin contractual y solo en letra pequeña. La próxima vez que veas un anuncio de coches, busca sus emisiones; si las encuentras verás que suelen aparecer con una horquilla muy laxa de gramos por km, un dato insuficiente para que una persona normal pueda valorar si ese coche es realmente ‘ecológico’.

En los anuncios de coches, la información de emisiones es casi ilegible y difícil de entender.

La regulación actual exige que ciertos productos cuyo uso implica un riesgo incluyan esta información en su publicidad, como sucede con la graduación de una cerveza o el nivel de riesgo de un producto financiero. Desde Greenpeace pedimos que esta regulación se haga extensiva al sector de la automoción, con un código claro, visible e intuitivo que facilite una información sobre consumo y emisiones transparente para todas las personas. También pedimos que se regule el uso de ciertos calificativos en los anuncios, como “coche ecológico”, para evitar abusos como los sucedidos con los alimentos ‘bio’ que salpicaban los supermercados hasta su regulación.

Regular de forma más estricta la publicidad del automóvil es una de las muchas propuestas que desde Greenpeace hemos enviado este mes al Ministerio de Transportes para la elaboración de la futura Ley de Movilidad, destinada a facilitar el acceso a un transporte sostenible, seguro y no contaminante a todas las personas.

Pero más allá de la regulación de la publicidad, son las propias marcas de coches quienes tendrían que demostrar que su modelo de negocio está alineado con la reducción de emisiones que necesita el planeta. Hasta ahora hemos asistido a ejercicios de ‘greenwashing’ ocultando un juego sucio para seguir contaminando más de la cuenta. Cada día la sociedad es más exigente con el compromiso de las empresas. Y mientras que algunas han iniciado tímidamente este camino, otras saldrán esta semana con ofertas de Black Friday fomentando un modelo de consumo impulsivo y alejado de la responsabilidad que le pedimos al sector de la automoción.