Se abre el telón.
Palacio Municipal de Congresos de Madrid
Junta General de Accionistas (JGA) de Repsol.
En la entrada principal un mensaje claro y cristalino.

“REPSOL: CULPABLE Nº 1 DE LA CRISIS CLIMÁTICA”

Si Greenpeace no hubiese entrado en escena, la jornada transcurriría de manera aburrida como todos los años. El consejero delegado (CEO), el Señor Josu Jon Imaz contaría los resultados y el plan a futuro de la compañía. Luego se someten a votación las grandes decisiones y revalidan confianza en el CEO y en el consejo de administración. El “show” de las juntas parece muy aséptico y educado… a años luz del sucio mundo real de plataformas petrolíferas, refinerías y comunidades dañadas por vertidos o por el clima extremo. 

Más allá de la puesta en escena en este tipo de eventos, donde todo está calculado para emanar seguridad, responsabilidad social y marketing verde, se impone una realidad tozuda: Repsol sigue siendo año tras año el primer generador de cambio climático de España. Según un informe del  Observatorio de Sostenibilidad la petrolera es responsable del 62% de las emisiones de todas las empresas de IBEX35, seguido de lejos por Naturgy (15%) Iberdrola (7%) y Endesa (4%). Además otro informe, esta vez de InfluenceMap, analiza la responsabilidad histórica de las mayores corporaciones fósiles en la crisis climática, muestra que Repsol se sitúa en la posición número 50 de 122 entre los mayores contaminadores mundiales desde la revolución industrial (1854–2022).

Llevamos 11 meses seguidos batiendo récord de temperatura y falta de lluvias. Pero tenemos que aguantar que los directivos de las empresas fósiles como Repsol lleguen a su Junta anual saboreando 5.011 millones de euros de resultados y que a sus accionistas no se les caiga la cara de vergüenza al ganar 2.460 millones de euros de dividendos. Hacen como si no tuviese nada que ver una cosa con la otra, pero los beneficios extraídos de la quema de petróleo y gas están sacando al planeta del equilibrio climático lanzándolo (y lanzándonos con él) a un futuro incierto de aumento térmico, destrucción de ecosistemas y daños humanos. 

Se estima que el calor, solo en 2022, causó más de 70.000 muertes en Europa, sin contar los afectados por desastres provocados por sequías, las inundaciones o incendios. 

También hoy, Greenpeace pretende hacer una pregunta y ha entrado en la Junta para recordarle que: ni su creatividad contable con las emisiones, ni sus falsas soluciones nos van a sacar de la crisis climática que ya sufrimos. “La realidad es que el actual modelo de negocio de Repsol es un muerto viviente, no va ser rentable muy pronto y no tiene cabida en el futuro renovable, descentralizado y ciudadano”. Y no es la única organización de la sociedad civil que, desde dentro de la Junta, está cuestionando hoy el modelo de Repsol. En la misma línea se han personado para pedir explicaciones y responsabilidad otras organizaciones como Oxfam Intermón o la Fundación Finanzas Éticas.

Me cuesta mirar fríamente los datos de extracción de petróleo y gas de Repsol. La friolera de 599.000 barriles al día en 2023, un 9% más que en 2022 (el 60% del consumo de España). Lo llaman su negocio “Legacy”, los muy sinvergüenzas. Lo que les da la pasta, vamos… Claro, no se conforman con invertir en energías renovables que son de sobra rentables, pero no se saca los mismos beneficios desorbitados. 

Josu Jon Imaz tiene fama de serio y su prioridad, por encima de la transición energética, es proteger el valor para los accionistas, la seguridad del suministro a los clientes y la estabilidad financiera. Sea cual sea el precio que pague el planeta y las personas.

Por eso el plan estratégico, aunque plagado de compromisos futuros de reducción de emisiones,  sigue  apostando por nuevos pozos y sus proyectos estrella son Eagle Ford y Mathelius en EE.UU. que emplean el fracking para la extracción de gas y petróleo. El fracking está prohibido en España por ser una técnica particularmente agresiva, emisora de metano y consumidora de agua. 

También, el CEO últimamente saca pecho de sus inversiones en su producto estrella: la producción y venta de combustibles 100% renovables. De hecho junto con CECU y Ecologistas en Acción hemos presentado hace menos de un mes denuncias ante la Dirección General de Consumo y ante la CNMC, por su comunicación parcial y/o engañosa de sus biocombustibles. Los informes concluyen que Repsol oculta la deforestación y demás impactos ambientales, climáticos y sociales, provocados para la producción del aceite de palma que se utiliza para la fabricación de sus biocombustibles.

Para juntar aún más fuerzas para mandar este mensaje alto y claro hemos puesto en marcha una recogida de firmas para que toda la ciudadanía podamos sumarnos y demandar a Repsol.

Basta ya de destrucción ambiental.

FIRMA LA PETICIÓN